sábado, 31 de marzo de 2018

00652 La Planta del Recuerdo

DEL PERMANENTE RECUERDO

No tengo ni la menor idea de cómo se llama. Tampoco me he esforzado por averiguarlo. Solo sé que lleva conmigo más de veinticinco años y sobrevivido a cuatro traslados de domicilio. Su existir a mi lado no ha sido fácil. Ha pasado sed, más de un olvido indeseado y algún que otro abandono, hasta el punto extremo de casi desaparecer. Ha sido siempre muy agradecida y entregada. En momentos límite, cuando parecía que ya no había nada que hacer debido a mi temporal desidia y apenas unas verdes hojas,  en medio de un cementerio de raíces y tallos secos, me decían que todavía había esperanza, le prestaba toda mi atención y ella, en agradecimiento, volvía a poblar el macetero de un verdor esplendoroso. Y así han ido pasando los años.

Mi dedicación a ella ha conseguido que en la actualidad sean dos los maceteros ocupados por esta planta y a tenor de su generosidad, pronto creo que habrá un tercero. La miro ahora y agradezco su fortaleza y su interés por permanecer conmigo a pesar del mal vivir al que la he sometido. Sobre todo, le agradezco que haya querido sobrevivir para mantener vivo un recuerdo visual, que del otro ya voy bien servido.

Cuando falleció mi madre y fue "levantada" su casa, solo quedaron media docena de  plantas que trasladé, junto con  mi dolor, a mi domicilio. Se trataba de  cuatro aloes, tipo pechuga de perdiz, un cactus que mi madre denominaba de "Montserrat" y la mencionada superviviente. Los aloes se secaron en uno de los traslados y el  cactus también acabó secándose no sin antes propinarme varios pinchazos con sus afiladas y penetrantes espinas. También in extremis intenté devolverlas a la vida pero no hubo manera. Según me iba desprendiendo de ellas, recordaba las horas y las miradas que mi madre les había dedicado. Recuerdos que alimentaban mi lamento por no haber sabido bien cuidarlas.

Y aquí florece ahora en amarilla placidez la planta del recuerdo. No hay día que no le dirija una mirada, una sonrisa, y hasta una caricia. No hay día que no le agradezca su presencia,  a pesar de mi torpeza,  permitir seguir visualizando un permanente recuerdo de cálido sentir.


No hay comentarios:

Publicar un comentario