miércoles, 23 de marzo de 2022

00952 La Paciencia Materna

 PEQUEÑAS Y GRANDES ESTRATEGIAS


Que las madres han sido y son sumamente pacientes, no me cabe la menor duda. Paciencia para dar, vender, regalar y guardar para los tiempos de carestía. Siempre firmes en sus convicciones educativas para con sus hijos, sí. Pero también dotadas de  una ágil cintura para los momentos necesarios. Y mi madre no era una excepción.

Hace algunos años entrevistaban en un canal de televisión a una educadora en nutrición sobre la alimentación de la gente menuda. No recuerdo exactamente bien los contenidos de la entrevista. Solo me quedé con un concepto cuando la nutricionista respondió a la pregunta ¿Por qué los niños y niñas acostumbran a despreciar las verduras? Más o menos vino a decir que aunque los vegetales son muy saludables y aportan grandes beneficios a nuestro organismo, los niños no lo ven así. Las razones: el sabor amargo del calcio que se encuentra en muchas verduras, amén de que su color, olor y apariencia no son agradables a la vista de los niños.

En el momento de escuchar esa entrevista yo ya era padre. Mis dos pequeñas hijas las verduras las comían con cierta normalidad aunque sus caritas dejaban entrever que no les hacían mucha gracia. Las judías verdes y guisantes, más o menos sin problemas. Con las acelgas entrábamos ya en terreno peligroso. Y ni ver, coles y derivados.

Una vez más me acordé de mi madre y de su exquisita cocina no exenta de "disimulo" para estas ocasiones. Los platos maternos que en mi infancia me parecían normales y habituales, con los años me di cuenta de que mi madre, como tantas otras madres, lo que hacía era dulcificar los alimentos que se nos atragantaban o "hacían bola". Así, recordé que las judías verdes las servía con un sofrito de tomate y cebolla o con patatas fritas cortadas a cuadraditos con longaniza. Que las espinacas, mis íntimas enemigas por aquel entonces, las cocinaba con una ligera salsa bechamel y piñones. Que las pencas de acelga salían a la mesa en forma de sandwich de jamón y queso rebozadas o que las coles y demás familia eran servidas en platos individuales bajo una deliciosa salsa bechamel y queso gratinadas al horno. Platos de paciencia de madre en aras de hacer siempre la convivencia gastronómica mucho más amable y placentera. Platos que guardé en mi memoria y que repetí en numerosas ocasiones en el menú diario de mis pequeñas con el mismo espíritu que me trasladó mi madre sin mediar palabra, sin explicación alguna, como algo natural. 







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