miércoles, 16 de marzo de 2022

00951 El Pan de Queso

TENTADOR 


Hacía tiempo que en casa nos rondaba por la cabeza comprar una panificadora doméstica, pero siempre encontrábamos alguna excusa para descartar tal idea. Que si no haremos otra cosa que estar todo el día comiendo pan y no nos conviene, que si un electrodoméstico más y además ya no hay sitio en la cocina, que si realmente es necesario... Y así fueron pasando los años. No había vez que no fuéramos al hipermercado y pasáramos por delante de la panificadora, que no hiciéramos una parada delante de ella para plantearnos las mismas dudas como si de una letanía se tratase.

El año pasado, el hipermercado en cuestión tuvo a bien rebajar considerablemente el electrodoméstico. Ese día en el que fuimos vencidos por la tentación, el tiempo que estuvimos por los pasillos de la gran superficie comercial, no sé cuántas panificadoras pude llegar a ver en los carros de compra. ¡Una barbaridad! Como tantas otra veces, nos quedamos mirándolas, y después de hacernos las mismas preguntas de siempre, no sé si es que nos cogió débiles, que nos contagiamos del resto de consumidores o sencillamente que había llegado el momento, el caso es que salimos con una panificadora hacia casa.

Los primeros días fueron una fiesta y nuestros temores al adquirir la panificadora estaban más que fundados. El pan se incorporó a la mesa y a nuestras vidas como en los mejores tiempos de buen apetito. Hicimos hogazas de todo tipo: integrales, de ajo y aceite, de chistorra, chapata, de cereales... y de queso, sobre todo de queso. Un delicioso y peligroso espectáculo.

El problema del pan de queso, por calificarlo de alguna manera, era que lo finiquitábamos en un abrir y cerrar de ojos. No solo estaba presente a las horas de la comida sino que los viajes para pellizcarlo fuera de ellas era continuo. Era toda una tentación no siempre vencida. Difícil reprimirse ante la mezcla de quesos, emmental, gruyere, parmesano y queso azul, recogidos en una masa tierna y olorosa de pan recién hecho.

Llegó el momento en el que tuvimos que poner límites a este desfase. Ahora, digamos que la panificadora está, como los osos, en modo de hibernación, y que solo la despertamos cuando queremos darnos un capricho. Es, ante la falta de voluntad, la forma de evitar tentaciones. Pero ¡qué rico está el condenado!


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