miércoles, 11 de octubre de 2017

00553 El Fiambre

DE CARNE


Los fiambres y platos fríos son de esos preparados que desde siempre me han entrado por la vista. Me resultan muy suculentos y hasta graciosamente decorativos cuando la ocasión lo requiere. Dicho esto, además, siempre que veo un fiambre lo asocio con encuentros familiares, festivos, de celebración y como no, con la Navidad. Así es que al fin y a la postre, se trata una visión gastronómica especialmente placentera.

Ahora es más habitual ver este tipo de elaboración gastronómica. No así antes, que se preparaba, o por lo menos, en mi pequeño mundo así lo percibía, en contadas y señaladas ocasiones. Traigo al presente veladas para mí memorables, de rosbif, de jamón asado al horno durante doce o catorce horas, de pollo relleno deshuesado, de carne trufada... Solo su mero recuerdo me trae imágenes festivas ya por siempre queridas.

El devenir de los años han traído a las cocinas una variada y variopinta propuesta de fiambres. La forma de elaborar el fiambre no ha cambiado sustancialmente, sí los ingredientes que acompañan a las carnes. Desde frutos secos y mezclas de carnes, pasando por fusiones dulces y saladas, hasta la participación en ellos de especias, frutas o verduras. Todo me viene bien, soy de buen comer y no hago ascos a nada. Pero en esto, como en tantas otras cosas, soy un clásico, y a estas alturas de la vida, no sé si me apetece cambiar. Me gusta mantener los sabores que vienen de la mano de la emoción.






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