LA FUENTE DE LA PLAZA DE NAVARRA
No sé si hay un oscense que entre sus fotografías infantiles no tenga una imagen con esta fuente de fondo. Al igual que tampoco creo que haya muchos visitantes que al pasar por la Plaza de Navarra no hayan inmortalizado su estancia en la ciudad al reclamo del agua y de las musas que se hacen compañía. Por cierto, que tampoco sé si hay muchos ciudadanos que la citen por su original nombre, "Fuente de la Musas", en favor de la popular "Fuente de la Plaza de Navarra".
La fuente, de las Musas o de la Plaza de Navarra, se ha ganado a pulso y también por ser un espacio céntrico, en un punto de referencia y de quedada acostumbrada en pequeña ciudad, a falta de renombrado establecimiento comercial de ubicada referencia. Testigo de encuentros para celebrar y donde vitorear, para predicar y pregonar, de manifestación y de reivindicación, de juegos infantiles, de conversaciones al sol y confesiones a la luna, de "capazos" interminables, de encuentros y despedidas, de caminares presurosos y también de fatiga. Si las musas hablaran, qué no dirían.
Una imagen que sale al paso a diario pero que sé poco de ella. Sé poco de nada. Sé que está allí y que su solo mirar me da confianza y algo de tranquilidad. Me dice que estoy en casa. De esta noche no pasa que me intereso por su causa.
La instalación de la fuente se debe gracias a la concesión de la traída de aguas del manantial de San Julián de Banzo a Huesca. Entró en funcionamiento el 10 de noviembre de 1885, si bien la pretensión del Ayuntamiento oscense fue inaugurarla en las fiestas de San Lorenzo de ese año. Un contratiempo ligado al transporte de los sillares desde las canteras de Bandaliés impidió el deseo del consistorio. La fuente, adquirida por catálogo, costó 6.500 pesetas y su origen se encuentra en un prototipo de fuente que la Fundición Durenne presentó en primicia en la Exposición Internacional de Londres de 1862, realizado a partir de un modelo del escultor y decorador francés Jean-Baptiste Jules Klagmann. Dicho prototipo fue adquirido por Daniel Ross, quien lo donó a la ciudad de Edimburgo. Durenne decidió introducir el prototipo en su catálogo de fuentes y producirlo en serie añadiéndoles una taza y cuatro esculturas de hipocampos montados por amazonas. Con el fin de llegar a más clientes decidió elaborar dos variantes más: una versión idéntica pero de menores dimensiones y una versión, también de menores dimensiones y simplificada, a la que corresponde la Fuente de las Musas. Las diferencias principales de esta fuente con respecto a la versión industrializada del prototipo son: el menor tamaño; la eliminación de la taza de fundición con hipocampos; la sustitución del coronamiento superior, formado por una figura femenina semidesnuda con una cornacupia, por un simple plato rematado por un surtidor; y la estilización de las proporciones generales de la fuente. Por lo demás, las distintas esculturas y elementos decorativos son los mismos que elaboró Klagmann para el prototipo presentado en 1862. El encargado del diseño de la taza y zócalo de la fuente y quien elaboró las condiciones facultativas para la construcción e instalación fue el arquitecto municipal Federico Villasante. La fuente fue objeto de restauración en los años 1996 y 2011.
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