SARDINAS RANCIAS
Vuelven las sardinas a pasearse por este blog y en la medida de las posibilidades que permita la palabra escrita, también a dejar su olor y sabor. Regresan desde un cubo, entre capas de sal gorda, en salmuera, y con recuerdos de la vieja cocina aragonesa.
Las sardinas de cubo, también llamadas rancias, por el enranciamiento que la sardina toma con el salazón, de manera obligada, me llevan a mi infancia para despertar olores y visualizar imágenes en mi memoria. Imágenes de los ya casi desaparecidos ultramarinos que exhibían en cubos, a las puertas de sus establecimientos, unas bien formadas y en perfecto estado de revista, amarillentas sardinas, de las que siempre me llamaron la atención sus "asustados ojos". Por cierto, que estas sardinas, popularmente, también son conocidas como "guardia civiles", por la similitud de su color amarillento con el correaje de gala de la Benemérita.
Su solo olor me atrapaba igual que lo hace ahora. Un olor inconfundible que invitaba a algún que otro viandante a apresurar la marcha cuando el cubo de pescados salía a su paso. Un olor muy especial, de los que engancha, recrea y envuelve. Quizás me estoy viniendo muy arriba, pero así lo siento. Otra de las imágenes que me asaltan con el solo recuerdo de las sardinas de cubo está relacionada con la operación de desescamado. Me encantaba quitarles las escamas. Una vez envueltas, una por una, en un papel de periódico, me dirigía al quicio de una puerta e introducía el pez en la estrecha ranura para a continuación intentar cerrarla con suavidad. Operación que repetía en tres ocasiones, mientras disponía la envuelta sardina en otras tantas posiciones diferentes. Quitarle las escamas después era coser y cantar.
Cuántas cenas de buen provecho nos ha regalado la humilde sardina de cubo, acompañando a unas patatas asadas, un buen tomate o unos pimientos rojos asados. Sin pretensión, sin adornos. Solo con su sabor de rancio salazón.
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