DEL BLANCO Y NEGRO AL COLOR
Me pongo de nuevo el calzado del regreso para pasear con pausa por las calles de una pequeña localidad que recuerdo en blanco y negro. Apenas un par de imágenes me llegan desde la infancia que casi seguro son inventadas. Un bar, mi tío Antonio, una historia de amor fructífero, de los de medalla. Un futuro que afrontar en otras tierras porque aquí ese futuro escasamente daba para un pasado mañana.
Es domingo por la mañana. En las calles solo un alma ocupada en el motor de un vehículo. El día es luminoso y limpio. La iglesia, dedicada a San Miguel, me llama. Toco sus piedras. Hubo aquí una iglesia de estilo románico. Todavía se aprecian restos de ella. Las bóvedas están fechadas entre los siglos XVI y XVII. Culmina el edificio una torre campanario con tres cuerpos octogonales, de ladrillo, de acuerdo con la concepción mudéjar.
Los edificios se acoplan a un cerro con pretensión de ser un mirador del paisaje que se hace amable en el horizonte. Leo que el lugar "dependió del monasterio de Montearagón, como otros tantos de la comarca. En junio de 1101, Pedro I dio al monasterio mencionado la mitad de la almunia de Montmesa, con la mitad de su torre y su término, y el 18 de agosto de 1321, Juan I vendió el lugar a Montearagón. En el siglo XV, volvería a ser del rey".
Observo obras en edificios que parece fueron notables. Me resultan atractivos y pienso en las historias que cobijan. Qué fue de sus antiguos moradores, qué ilusiones las de los nuevos inquilinos. El paseo me resulta grato buscando perspectivas y detalles. Nadie en las calles. Oigo ahora unas voces juveniles vestidas de domingo que acaban de romper el silencio de esta pequeña localidad en las inmediaciones del embalse de La Sotonera y de la alberca de Alboré, allí donde descansan las Grullas, entre los ríos Sotón y Astón. Son niñas que se sorprenden al verme. No pueden esconder su risa nerviosa ante mi simple pregunta sobre la ubicación del antiguo y rehabilitado lavadero.
Un verde y cuidado césped, allí donde otrora se lavara en comunidad y fuera centro de la crónica diaria de la localidad, pone fin a mi paseo por una pequeña localidad a la que después de muchos años he puesto color.
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