martes, 1 de marzo de 2016

00244 Las Pacas de Paja

COLOR, FORMA Y RECUEDO

Revisando un día más mis domésticas fotografías, observo varias en las que aparecen pacas de paja desperdigas por el campo o apiladas. Algunas están tomadas en Cantabria, ahora se lleva aquí más la rotopaca cubierta por un plástico negro, y otras, la gran mayoría, en la provincia de Huesca. Las que ilustran esta entrada las capturé recientemente en Montesusín, en la explotación ganadera de mi querido primo Antonio.

Me resultan atractivas, muy plásticas, llenan espacios, fijan y reclaman la atención. Son como el atrezzo de un hermoso escenario, el extra con el que el pintor da por finalizado el paisaje. Su color y forma son sugerentes, más allá del proceso agrícola. Siempre me han llamado la atención.

Ahora las miro con detenimiento y mis recuerdos, como no, me devuelven de nuevo a Alcalá de Gurrea. Me llevan a los días y tiempos pretéritos de cosecha. A la era próxima de la casa de la abuela para dar patadas a una piedra, para herir al tiempo y  jugar con la paja recién peinada. Me regresan para oler el sol, el polvo y la paja como nunca allí los percibí. Y vuelvo a ser un pirata en lo más arriba de las pacas apiladas bajo la atenta mirada de mis tíos Julián y Segundo. Y me dejo caer y hago como que muero. Y resucito. Y vuelvo a subir. Ahora soy un espía agazapado, después un niño simplemente cansado, luego un saltarín equilibrado. Y al final, un inmenso picor por todo mi cuerpo. Las voces de mis tíos no se hacían esperar: "ya te lo habíamos advertido. Es que no aprendes". Y qué más da, decía yo, si era feliz.

Igual es por esto que me resultan atractivas las pacas cuando las veo, porque me recuerdan a una era de mi infancia en Alcalá de Gurrea. Seguro que tendría un nombre. No lo recuerdo. Para mí era la era de al lado de casa de mi abuela.



 

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