NECESIDAD DESMEDIDA
Más que gustarme es una necesidad. No soy un soñador. Hace tiempo que me quité, pero necesito soñar. Es la forma de sobrevivir. La manera de regalarme pequeños soplos de vida cuando respirar se convierte en un pesado oficio.
Sé que sólo son sueños y que cuanto acontezca en ellos, allí se quedarán presos en una ilusión, en un mundo de fronteras sin escapatoria alguna. Sueños con forma de deseo que se desvanecen con una llamada, con un qué piensas, con un te espero. Sueños sin punto y final porque sólo saben de punto y seguido aunque sea mañana o en una próxima oportunidad.
Soñar por entretenimiento, por afición, por deseo expreso de un ánimo apesadumbrado. Soñar que soy ave y barro en una puesta de sol que no acaba de acostarse. Una huella con historia, un adiós de bienvenida, un beso que no llega, una caricia somnolienta, una palabra de aliento, una rama por vestir y un corazón entregado a todo y para nada. Soñar y soñar en tiempos de hastío aunque estén prescritos.
Qué es soñar sino la cordura manifiesta en un mundo enloquecido. Por eso sueño y me entrego a la ilusión desmedida. Sueño con ese quizás y ese mañana en espera. Sueño con poder soñar y por soñar, sueño que todo es un sueño cumplido en cada despertar.
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