Nunca sabes cuando las vas a poder necesitar. Igual mañana a la vuelta de un descuido. O quizás luego cuando el bostezo sea un previo aviso. Puede que nunca y que sólo sean un número en un archivo sin nombre y con fecha.
No molestan. Nada piden, ni siquiera una atención por cortesía. Son como sorpresas guardadas en cajas olvidadas que te devuelven a un tiempo sin palabras. Sólo emociones y cosquilleos de nostalgias ante una curiosa mirada.
Son como los abrazos, las caricias, los besos y las palabras de aliento que guareces por si algún día te faltan.
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