NI DÍAS, NI A VECES
Hay días, que sin avisar, al cinturón le sobran agujeros para poder respirar y la simpatía en la calle parece esfumarse por las alcantarillas. La distancia es un tormento y la cercanía un alimento. El último cartucho para ir tirando está mojado, las zapatillas de andar por casa parecen cansadas de tanto arrastrar y el desánimo baja para hacerles compañía.
A veces, llegas a la conclusión de que apenas tienes inteligencia para pasar el día y que más vale lágrima en mano, que cien sonrisas volando. El desencanto y la desilusión piden la vez, mientras que la decepción se cuela de manera descarada.
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