CON RESPETO
sentí un escalofrío en la espalda.
Algo me decía que tenía que escribir
aquello que dictara mi mirada.
Con resignación,
comencé a intuir
lo que mis ojos a mi mente trasladaba.
"Uno y uno, tres.
El dos llegó tarde al amanecer.
No llevo ninguna,
porque dejé la mochila al ascender".
Furioso, tiré el papel al suelo
donde no lo pudiera alcanzar.
Me dejé caer sobre el barro,
mientras mi cabeza buscaba cobijo entre mis rodillas.
Las palabras se ejercitaban en mi boca,
con la misma sincronía que el bostezo al despertar.
"La ilusión se transforma en agua de vida,
cuando la realidad se ve impotente
para marcar los pasos del camino".
Fueron instantes de brutal pesadilla.
Las palabras comenzaron a amontonarse
sin orden ni concierto.
"El instinto,
inspirado,
se instaló en la instiga
en un instante de insubordinación".
Fue lo último que recuerdo de aquel día.
Desperté tiritando y manchado de barro.
Me levanté del suelo como pude
y regresé a casa.
No recuerdo nada más.
Solo sé,
que ese día me quité el miedo a escribir.
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