ALGO SUCULENTO Y PLACENTERO
He llegado a casa y el olor con el que he sido recibido, me
ha transportado a Cantabria, Galicia, País Vasco, Huelva y sur de Portugal; mis
lugares de referencia marineros. No sabía con exactitud qué es lo que
desprendía tan grato aroma, pero estaba convencido de que se trataba de algo
suculento y placentero.
Habitualmente, cuando entro en casa, lo primero que hago es
lanzar desde la puerta un “¡ya estoy aquí!”. Voy a mi habitación, me quito los
zapatos y me pongo la ropa de estar por casa. Hecha esta “tradicional”
operación, busco a quien repartir besos. En esta ocasión, he roto el ritual.
Mis pasos me han llevado directamente a la cocina, atraído y lleno de
curiosidad por saber qué se estaba cocinando. Ha sido abrir la puerta y
congraciarme con la vida, con la que últimamente tengo algún que otro
desencuentro.
Me he acercado hasta una olla que había sobre la encimera,
le he quitado la tapa que la cubría y he asomado mi cara para ver su contenido.
Era tan potente y agradable el aroma que desprendía, que he dejado unos
segundos mi nariz sobre el guiso, como quien toma vahos de eucalipto para
descongestionar las fosas nasales.
En un visto y no he visto, me he cambiado de vestuario y
sentado a la mesa. El inconfundible aroma pesquero seguía presente en la estancia.
Un olor de mimado guiso, que llega y perdura como quien guarda una visita. Un
guiso marinero inspirado en la primitiva, humilde y sabia cocina que se
cocinaba a bordo de los viejos barcos pesqueros e incluso a pie de barca, en la
playa. Platos sencillos, nacidos de la necesidad y elaborados con lo que había o
con lo que no se vendía.
La primera cucharada del guiso marinero me ha sabido a manjar;
el segundo, a delicia; el tercero, a delicadeza; el cuarto…. Cada cucharada que
me llevaba a la boca era un acontecimiento. Así, hasta que lo he dejado limpio.
Hace tiempo que no acostumbro a servirme dos veces un mismo plato, pero en esta
ocasión, no he podido resistirme. ¡Estaba tan bueno, tan deliciosamente rico!
Guisos marineros hay una lista interminable. Cada zona geográfica
costera tiene su sello personal. Este que preparó Gloria, y que será difícil
que pueda llegar a olvidar, además de un buen caldo de pescado, contenía
mejillones, calamar, tomate, pimiento verde y patatas, y está reinterpretado, a
Gloria le encantan reinterpretar las recetas con un acierto casi pleno, de una
receta que copió en nuestra última estancia en Somo, Cantabria. Dejaré que pase
un tiempo y le pondré ojitos, así, como el que no quiere la cosa, para que lo
vuelva a cocinar y que la casa se vea envuelta de nuevo en ese cautivador aroma
de las cocinas costeras y que tanto me fascinan.
Aquí dejo la receta aproximada de cuanto me contó Gloria de
su guiso marinero.
Elaboración: Limpiar los mejillones y cocerlos al vapor. Una
vez cocidos, sacar los mejillones de sus cáscaras y reservar. Colar el agua de
cocer los mejillones y reservar. En una cazuela con aceite, freír la cebolla
cortada muy fina y el pimiento cortado también en pequeños trocitos, junto a
los ajos también picados. Cuando empiecen a coger color, incorporar el tomate
maduro e ir machacándolo con la ayuda de un tenedor. Mantener cocinando a fuego
medio durante unos veinte minutos e incorporar las anillas de calamar. Rehogar
e incorporar el caldo de los mejillones, así como un par de vasos de caldo de
pescado y dejar cocer durante otros veinte minutos. Verter las patatas peladas
y cortadas a trozos rasgados, el azafrán, la sal y el pimentón. Cocer durante
veinte minutos a fuego suave. A falta de cinco minutos para apagar, añadir los
mejillones. Dejar reposar unos minutos antes de servir.
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