A escasos diez kilómetros de la localidad de Graus se encuentra el Templo Budista de Panillo, fundado por tres lamas budistas al final de la década de los ochenta como monasterio de Dag Shang Kagyu. Recuerdo que al poco tiempo del inicio de su andadura acudí hasta allí, desde Monzón, para hacer una entrevista a un lama, cuyo impronunciable nombre ahora no recuerdo, que había anunciado su visita. La entrevista se emitió en un programa nocturno que por aquel entonces se emitía en las noches de Radio Monzón, "Sueños de papel".
Era un paraje hermoso en medio de la nada y donde en un indeterminado lugar se había instalado una tarima cubierta por unas lonas. Es mi vago recuerdo. El lama accedió a mi petición de entrevista mientras iban llegando hombres, mujeres y niños procedentes de Zaragoza, Madrid y Barcelona. Se acercaba la hora de la meditación a la que también fue invitado a participar.
La entrevista despertó en mí un inusitado interés. Participar de la meditación suponía completar el reportaje. No entendí nada. Todo me era ajeno. La paz que en ese instante se respiraba, las amables y aparentemente felices caras de los participantes y la sugerente voz del lama me sujetaron a la tarima. Me encontraba tenso. Lo desconocido es lo que tiene. Tenso hasta que el lama tocó mi cabeza con su mano derecha. Fue a partir de ese instante que mi cuerpo dejó de pesarme. No recuerdo el tiempo que duró la meditación ni una de las palabras por entonces pronunciadas. Sólo me queda la sensación de levedad que dejó en mí tras la despedida.
Tardé muchos años en volver a este refugio espiritual multicolor. Sería en mi 50 cumpleaños, a petición de Gloria, y para ocupar tiempo hasta que se iniciara la familiar fiesta sorpresa que se me había preparado en Roda de Isábena.
Todo estaba muy cambiado, todo menos el silencio reinante. El templo había tomado forma después de los casi treinta años que habían pasado desde aquella primera visita. El lugar seguía siendo idílico. A esa primigenia austeridad que había conocido se habían sumado otras austeridades. La Estupa, característica arquitectura budista, que simboliza la doctrina budista en la que cada parte representa elementos cósmicos. Así, la base cuadrada representa la tierra, la bóveda hemisférica describe la parte celestial, la terraza simboliza la residencia de los dioses, y por último, los chakrás o discos que coronan el mástil y que a medida que ganan altura, pierden superficie y representan los cielos sucesivos.
Separado está el templo donde en su parte superior viven los lamas con vida similar a los cartujos. También se ha construido una casa de campo amplia con habitaciones y comedor elementales. Se han levantado mástiles con banderas y gallardetes escritos con oraciones. Y por el monte, unas casitas sirven de morada individual a quienes se retiran del mundo de forma voluntaria por espacio de tres años.
Leo que en el templo se puede pasar unos días a precios económicos. Al templo se va a rezar, a meditar o a estudiar, si bien se celebras muchas actividades dirigidas por la Sanga o grupo de gente amigable. Los budistas iniciaron su diáspora por el mundo tras la invasión china del Tibet. Una rama, la del Dalai Lama o bonetes rojos, están en la Alpujarra. Los de Panillo, más esotéricos y misteriosos, llamados Karmapa o bonetes amarillos, proceden del Monasterio de Sonada en la India.
Me ha encantado el texto, solo quería comentar que los del Dalai Lama son los bonetes amarillos y se llaman Gelugpas,los de Panillo son los bonetes rojos y se llaman Kagyupas, y su jefe es el Karmapa, así como el Dalai Lama es el jefe de los Gelugpas, luego hay dos escuelas más que también son bonetes rojos, los Sakyapas con su jefe el Sakya Tritzin y los Nyngmapas que no tienen director, los rojos son más radicales en sus prácticas que los amarillos que son más progresivos, pero hoy en día los amarillos también son muy esotéricos pero se lo toman con más calma y son más progresivos.
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