TOLEDO
Aspectos, enclaves y sensaciones de esta hermosa e histórica ciudad irán apareciendo de forma desgranada en esta apuesta personal y que atesoré en tan solo un fin de semana. Dos días intensos y cargados de emociones que la hicieron más bella y especial si cabe. Si no ha aparecido antes en el blog ha sido por los costoso que me ha resultado clasificar las más de mil imágenes captadas en apenas cuarenta y dos horas repletas de admiración. La elección por dónde empezar tampoco ha sido cosa fácil. Sus calles, su gastronomía, su patrimonio... todo es susceptible para mí de incluirlo en esta aventura.
Y como por algún sitio hay que empezar, lo haré por el Monasterio de San Juan de los Reyes, construido para la Orden Franciscana por encargo de los Reyes Católicos como conmemoración de su victoria en la Batalla de Toro en el año 1476 y declarado Monumento Histórico-Artístico de Interés Nacional.
Leo que la iglesia fue construida para albergar el panteón dinástico de la reina Isabel la Católica, dedicada a San Juan Evangelista, del que era devota la reina. Lo traza y levanta la cabecera de la iglesia y el crucero Juan Guas, el primero en ostentar el título de arquitecto real. Por toda la fachada corre el cordón franciscano de la orden que ocupa el edificio. La cabecera es poligonal con contrafuertes coronados por agujas o pináculos, decorados con reyes de armas, heraldos a tamaño natural, que lucen en sus vestimentas los escudos de los Reyes Católicos. El cimborio sobre el crucero es octogonal, coronado con crestería y decorado con más pináculos góticos. Sobre la portada lateral hay un singular Calvario, donde está presente la Virgen y San Juan, pero no Cristo. Éste está simbolizado por el pelícano que se posa sobre la cruz, acorde con la creencia medieval que el ave era capaz de alimentar a sus hijos con su propia sangre, siendo una especie de prefiguración de la Eucaristía.
La iglesia tiene planta de salón con un espacioso crucero para albergar los futuros túmulos funerarios. La cabecera es poligonal, conformando un verdadero tapiz escultórico de resonancia mudéjar. Se cubre con una bóveda de estrellas de ocho puntas y se apoya sobre trompas. En el crucero en la nave se observa también la decoración epigráfica, también de la tradición mudéjar, aludiendo estos letreros a la conquista de Granada. Los repetidos escudos reales en la capilla mayor fueron realizados antes de 1492, ya que no aparece en ellos el fruto de la granada, símbolo del reino entonces conquistado. Toda la decoración es repetitiva y destinada a subrayar la magnificencia de los reyes. Isabel es simbolizada por haces de flechas que representan la unión de fuerzas y por la "Y", inicial de su nombre en la grafía de la época. Fernando está simbolizado por la "F" y por el yugo con el lema "tanto monta", que alude al episodio mítico del nudo gordiano, cortado por Alejandro Magno, ante la imposibilidad de desatarlo.
Otro espacio clave es el claustro cuadrado y de doble piso, una de las obras maestras del gótico final, dentro de la estética hispano flamenca, que combina elementos góticos y mudéjares, muy propia de Juan Guas. El claustro superior presenta un artesonado de madera con la típica lacería mudéjar. Las columnas, arcos y pilastras están recubiertos por motivos vegetales y animales, muchos de ellos también provistos de carga simbólica.
Llaman la atención las cadenas colgadas en los muros exteriores de la iglesia. Corresponden a los cautivos liberados en la larga campaña de Granada y se colgaron en 1494 como ex voto y símbolo del triunfo de la fe cristiana
Finalmente, los reyes cambiaron de idea tras la conquista de Granada y su postrer morada sería en la nueva catedral de aquella capital.
El convento fue prácticamente destruido en la guerra de la independencia y se reconstruyó sólo en parte, desapareciendo el segundo claustro, según los criterios historicistas del siglo XIX, sin dejar distinción entre lo antiguo y lo restaurado, siendo el mejor ejemplo de ello las gárgolas del claustro.
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