Dulce, aromático, fresco y con un punto de ron suficiente para encender la chispa. Así me gusta el mojito y así los elaboro cuando tengo oportunidad. Es curioso pero, yo que hago fotografías hasta de un suspiro, la única imagen que tengo de mojitos es la que ilustra esta entrada. Y ya llevo elaborados unos cuantos.
Su preparación la aprendí hace ya algunos años en el marco del Festival Internacional de las Culturas "Pirineos Sur", de la mano de un brasileño. Lo único que no hago es voltear las botellas. El resto, idem, eadem, idem. A saber, en vaso ancho introduzco una generosa rodaja de lima, azúcar moreno y unas hojas de menta. Con una mano de mortero le saco el jugo a la lima y remuevo un poco. A continuación, vierto sobre el vaso ron blanco, un poco de limonade y abundante hielo picado. Finalizo el combinado con Seven Up, Sprite o similar, hasta rebosar el vaso. Unas vueltas con la paja al brebaje y listo.
Por supuesto hay otras formas de hacer mojitos e incluso más puristas, al estilo de los que sirven en la popular "Bodeguita del Medio" cubana. Pero como no los he catado, seguiré con los que me enseñó a hacer el mencionado brasileño.
No hay fiesta que se precie en la que no esté presente, para rematar la faena, el amigo mojito. Y como la pereza ni para mentarla, vasos en línea y uno tras otro. Al gusto del consumidor, más cargado, menos cargado. Y para los pequeños y casi adolescentes, también. Claro está, sin ron. De esta manera,"mojitos" para todos.
Leo que a finales del siglo XVI, el afamado corsario inglés Sir Francis Drake preparó la primera versión conocida de una bebida que llevaba aguardiente de baja calidad, con azúcar, lima, menta y otras hierbas. El aguardiete aportaba calor, el ag
ua diluía el alcohol, la lima combatía el escorbuto, la menta y las hierbas refrescaban y el azúcar permitía digerir esa mezcla. En la década de 1860, la producción de ron ya era mucho más refinada y se añejaba, lo que daba un ron de mejor calidad. Éste sustituyó al aguardiente, y lo que ya en Cuba se conocía como "Draquecito", se rebautizó como "Mojito", antes aún de que lo popularizara Ernest Hemingway quien lo bebía diariamente en "La Bodeguita del Medio" y donde primero se empezó a comercializar.
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