miércoles, 11 de noviembre de 2015

00171 Las Campanas y los Campanarios

TAÑIDO Y MENSAJE

Las campanas han sido durante siglos la voz que anunciaba a los vecinos de los pueblos de todos los acontecimientos que se iban produciendo en el municipio, jugando así un importante papel social. Eran, es casi obligado hablar en pasado, el medio de comunicación popular que con su peculiar lenguaje sonoro, rico en mensajes y matices, informaba a la población sobre hechos concretos y puntuales en el día a día.

Leo que las campanas fueron utilizadas por persas, griegos y romanos y que en la Edad Media tuvieron usos militares. No sería hasta el siglo VI, en Italia, y de la mano de los Benedictinos, donde las campanas de bronce y con badajo de hierro se introdujeron por primera vez como un lenguaje de sentimientos, destinado a la comunicación entre la Iglesia y los habitantes de un pueblo. En el siglo XII las campanas comenzaron a hacerse más grandes y se instalaron en torres que permitiesen que sus tañidos llegasen más lejos.

De esta manera, con música, sentimiento y mensaje, las campanas, se ocuparon de la cotidianidad de nuestros pueblos y ciudades. Ellas marcaban los ritmos del día con sus toques de las horas con sus cuartos y medias horas, alertaban de los peligros o tañían de alegría y también de tristeza.

Me he interesado por conocer los distintos toques de tañidos pero me ha resultado del todo imposible. Por lo que he podido leer, si bien hay toques generales y comunes, cada iglesia, cada localidad,  tenía los suyos propios y con su característico sonido que la hacían peculiar. Traigo hasta aquí los tañidos más representativos por ser los que más se repiten en los distintos trabajos que he podido leer: maitines, angelus, misas, dobles, toques de ánimas, tentenublao, toque a rebato, repique de campanas, viático, tránsitos, tránsitos de Gloria, señal de entierro, dobles...

Hablar de campanas es apelar a la nostalgia. Así me parece y así lo he podido comprobar tras leer varios trabajos para disponer de cuatro pinceladas al respecto. Sus autores acaban hablando inexorablemente de sus infancias, de sus pueblos y de las campanas de la iglesia a las que un campanero hacía sonar. De cómo ahora esos sonidos han enmudecido, muchos desaparecido, y los que quedan y suenan se reproducen mediante una grabación. Hasta se habla de litigios por el sonar de campanas.

Mientras eso leía, también a mí me han ocupado recuerdos. De las campanas de San Lorenzo y de La Catedral, de cuando sonaban a fiesta, hora y difunto. Pero sobre todo, una vez más, me llevan hasta los domingos en Alcalá de Gurrea. Misa de 12 del mediodía con tres avisos,  más el eco de mi abuela por si no nos enterábamos. Con el último aviso salíamos de casa aseados y bien mudados camino de lo más alto del pueblo donde la iglesia parroquial de San Jorge vigila y todo domina. A nuestra llegada, las campanas sonaban ya a misa, a fiesta dominical.

Ahora las campanas en sus campanarios son tan solo bellas y sugerentes imágenes. Hermosas en su quietud, complacientes con su destino.






Yo las amo, yo las oigo, 
cual oigo el rumor del viento, 
el murmurar de la fuente 
o el balido de cordero. 
Como los pájaros, ellas, 
tan pronto asoma en los cielos 
el primer rayo del alba, 
le saludan con sus ecos. 
Y en sus notas, que van prolongándose 
por los llanos y los cerros, 
hay algo de candoroso, 
de apacible y de halagüeño. 
Si por siempre enmudecieran, 
¡qué tristeza en el aire y el cielo! 
¡Qué silencio en la iglesia! 
¡Qué extrañeza entre los muertos! 

 Rosalía de Castro








  











No hay comentarios:

Publicar un comentario