LUGARES DONDE LA EMOCIÓN HABLA
Cuántas veces nos han preguntado, hemos preguntado, por ese rincón donde nos gustaría perdernos. Ese pequeño paraíso donde nada ya importa porque nada sabe de la condición humana. Sólo tu y un entorno que produce placer apenas mirarlo. Aquel lugar que despliega emociones sólo con sentirlo, sin necesidad de haberlo vivido. Un espacio definido sin palabras y en los que sólo la emoción habla.
Una calle de infancia, un rincón de amores, un bosque perdido, un parque de olvidos, una playa de horizontes, una atalaya, un río, un sauce que ríe, un mar de nubes, un campo al final del camino y después de la curva... Todo es susceptible de ser nuestro pequeño e imprevisto paraíso encontrado. Lugares y espacios que nos están esperando. Saben que tarde o temprano ese día llegará. Saben de la esperanzada espera. Saben que algún día serán encontrados para ser admirados.
Hoy camino pueblos cercanos. Lugares de silencios y muchos años sumados. Quietud. Inquietante quietud en un día de otoño. Algún cortés saludo, poca gente en las calles. Pueblos que se recorren con apenas una sola mirada. Campos en descanso esperando el mañana y en lo más alto unas casas blancas. De regreso, un tilo, un banco y un paisaje de esos que esperan ser admirados. No es bonito ni feo. Es rotundamente placentero. Olivos, carrascas y almendros. Y a la derecha, una iglesia erguida y esbelta. Una imagen atrapada en el tiempo, en su tiempo.
Me incorporo al paisaje como un elemento más. Con mi quietud y mi silencio para no desentonar. Se está bien. Se respira seguridad. Huele a naturaleza adormecida. Sólo las ramas del tilo y su suave balanceo dan movimiento a la plácida, sugerente y entrañable imagen. Y respondo con una sonrisa a un paraje que me acaricia. Acabo de encontrar otro lugar donde la emoción habla. Otro pequeño paraíso.
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