EN RECUERDO A UNA FUSIÓN DE SABORES
Vuelve a ser tiempo de cerezas y regreso a Bolea, al huerto de mi amigo Pedro, a por ellas. Los cerezos son generosos al igual que su propietario. Este año el fruto se ha adelantado en su maduración y hay que comerlo rápido. En casa no damos tregua y aún así, no podemos acabar con las cerezas recogidas en una cesta. Algunas empiezan ya a estropearse y es una lástima. Hay que recurrir al plan b, a la sopa fría de cerezas de la que ya escribí el año pasado en este mismo blog.
Mientras me disponía para la faena me he acordado de unas cerezas rellenas de foie, hay que tener paciencia, que comí hace muchos años en una degustación de este fruto en la bodega de Ultramarinos "La Confianza", de la mano de Bibí Sanvicente. No recuerdo a quien pertenece su autoría ni cómo fueron elaboradas. Sólo sé que estaban deliciosas, además de resultar muy originales.
Me ha venido también a la cabeza que Gloria preparó un foie fresco estas pasadas Navidadades con una receta que mi hermana María Engracia nos pasó hace años. Su elaboración es un tanto laboriosa, pero cuando llegas a su fin y a su posterior degustación, sobra toda la paciencia empleada. Como suele ser una pieza grande, y siguiendo también las recomendaciones de mi hermana, se corta el foie a trozos, se envuelven por separado en papel film y después en papel de aluminio, y se congelan. Cuando quieres darte un capricho, sólo hay que sacar una de las piezas un par de horas antes del congelador y a disfrutar. El caso es que al recordar las cerezas rellenas de foie, me he venido arriba y he pensado en unir los dos sabores que mi anónimo cocinero en su día fusionó.
La sopa fría de cerezas es muy sencilla. Deshuesamos un kilo de cerezas, con un deshuesador o bolígrafo bic, y las ponemos en un cazo. Hecha la operación deshuese, cubrimos de agua las cerezas y las llevamos a hervir. Cuando veamos que las cerezas se han ablandado las retiramos del fuego y dejamos enfriar. Cogemos un par de tomates jugosos, los troceamos y les añadimos las cerezas, reservando el agua de su cocción por si luego la necesitamos. Trituramos las cerezas y los tomates ayudados por un brazo de cocina y si el resultado nos queda muy cremoso, le vamos añadiendo el agua de la cocción de las cerezas hasta que sea de nuestro agrado. Añadimos un poco de sal, vinagre de Jerez y aceite de oliva virgen y enfriamos en el frigorífico. Media hora antes de servir a la mesa, rallamos el foie, todavía congelado, sobre la sopa de cerezas.
Y el delicado y sugerente sabor me volvió a traer el recuerdo de esas cerezas rellenas de foie que nunca más he vuelto a probar.
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