SAN LORENZO, SIETE
DÍAS, SIETE HORAS
Lejos quedan aquellos días en los
que ver amanecer era una costumbre y el cuerpo no sabía de horarios, ni de
comidas regladas ni de orden. Pasar del medio siglo es lo que tiene y por otra
parte, las vísceras te recuerdan constantemente que están allí y que si quieres
una vejez placentera, llegado el caso, deberás tener cuidado con los excesos y
los defectos. Además, trabajo y fiesta nunca hicieron buena pareja de baile. De
aquí que, llegadas estas fechas, uno piense, no sin cierta nostalgia, aquello de “ni sombra de lo que fui”.
La fiesta es, en el más amplio
sentido de la palabra, un regocijo dispuesto para que el pueblo se recree; una
emoción expansiva, como es la alegría,
que nos lleva al contacto, al acercamiento con los demás. Y si algo
tiene la fiesta laurentina es la capacidad de adaptación a no importa qué edad,
y siempre de la mano de las tradiciones
o de los actos que se escriben en renglones de emoción, sentimiento y renovado
recuerdo. En las fiestas de Huesca cabemos todos. Desde los que llamamos al
santo, San Lorenzo, hasta los que le reconocen como “compañero Lorenzo”. Desde
los que disfrutan de todos y cada uno de sus siete días festivos hasta los que
pasado y apurado el día 11, si no fuera por necesidades del servicio, cogería
maletas y familia rumbo a un destino vacacional y que, precisamente por mor del
servicio, más la suma de hija adolescente, debe esperar hasta el día 16 de
agosto o día del “ausente”, para cambiar de aires.
Con todo lo dicho y reconociendo
públicamente que me sobran días de fiesta, debo rectificar casi sobre la
marcha, para decir también que aún así, cada día tiene un algo especial lejos
de inquietar al orden, al cuerpo, al horario o a las mencionadas vísceras y que
me devuelve el espíritu festivo que pienso pierdo cada año que pasa. Es el San
Lorenzo en siete días con siete horas muy especiales y que me invitan a seguir
vistiendo de blanco y verde por fuera y por dentro, durante toda la semana.
Once de la mañana del día 9 de
agosto. Ayuntamiento. Tras el ya tradicional almuerzo de la gente de la
emisora junto con algún que otro añadido, conseguimos con Margarita Gabarre
llegar hasta el ayuntamiento como nos gusta hacerlo: de punta en blanco. No es
tarea fácil esquivar huevos, harina, salsa de tomate, mayonesa, vino y sandías,
pero lo logramos. Tocamos madera para seguir cumpliendo con nuestro propósito.
Preparado el dispositivo técnico entre saludos y sudores y cuando desde
nuestros estudios Patricia Laliena nos da el visto bueno, iniciamos una serie
de maratonianas entrevistas para participar a nuestros oyentes del ambiente
festivo que se empieza a vivir. Tan solo unos segundos para que sean las doce
del mediodía. El griterío en la Plaza de la Catedral es más que ensordecedor. Se
adivina el seseo del cohete que acabará en el sonido que anuncie que la Ciudad
de Huesca está de fiesta en honor a San Lorenzo. Es una hora muy intensa,
acalorada, de amable sonrisa y alegría en las miradas. Y un deseo, que todos
los oscenses disfrutemos de nuestras fiestas. Desde el balcón de la Casa
Consistorial quiero recordar ese lejano tiempo en el que la plaza era una
vistosa y atractiva marea blanca de espuma verde. Los tiempos cambian y aunque
uno se acostumbra a casi todo, hay cosas que cuesta aceptar aún asumiendo que
los pintores del paisaje festivo son otros y que también tienen otra edad.
Once de la noche del día 9 de
agosto. Plaza de San Lorenzo. Jota de Ronda al Santo. Soy de los que la
jota solo llamaba mi atención cuando me encontraba fuera de casa, pero gracias
a las gentes de “Estirpe de Aragonia”, entre otros, han conseguido que me guste y participe de
ella, sólo como espectador, no me da para más, y aprenda a gustarla aún desde
mi total desconocimiento en la materia. Desde hace algunos años soy un fiel
seguidor de la ronda protagonizada por la Agrupación Folclórica “Santa Cecilia”
y la Asociación Folclórica “Estirpe de Aragonia”, observando con admiración el
creciente número de espectadores que aglutina. Noche de ronda y de sentidas voces
para sacar ovaciones al santo. Laura Vall, Víctor Miranda, Antonio Pertusa, el
añorado Pepe Rodrigo, el hombre de los hermosos ojos y dulce mirada, el baile
de la jota de San Lorenzo de Sara Villacampa, Noemí Lanaspa, Mariluz Lafita,
Jorge Martín y su particular albahaca, Roberto Ciria… y bajo el escenario,
caras emocionadas por las portentosas voces y por el decir de sus gargantas. Y
alguna que otra lágrima de algún que otro recuerdo de oscenses que vuelven a
casa por unos días. Y al final, una felicitación de aniversario llegadas las
doce de la noche; la que cumplimentamos a Francisco Barreña.
Ocho de la mañana del día 10
de agosto. Plaza de San Lorenzo. Son muchos los tópicos que se concentran a
esta hora y en este lugar. Huyo de ellos y me quedo con el buen número de
imágenes que se pueden llegar a recoger. Las del paso del tiempo y la
incorporación de las nuevas generaciones en uno y otro frente. El reencuentro
que cada año se nos hace más complicado. El sueño y el despertar unidos por una
misma causa. Melodías musitadas que no quieren romper el encanto del sonido
protagonista de la incipiente mañana. El
unánime aplauso por vocación, por querencia y orgullo. Un respiro a la emoción…
y al final, él. San Lorenzo sale de su
casa. Todo huele a limpio. Tiene la mirada perdida para no echar de menos a
nadie. Los allí reunidos le admiran y la cara se le ilumina al sentir la
primera oración.
Nueve y media de la mañana del día 11 de agosto. Plaza
Luis López Allué. Es la Fiesta del Comercio de Huesca; la tradición renovada y
puesta al día en el mismo espacio donde los hortelanos oscenses vendieron sus
reconocidos y recordados frutos de la tierra. Oportunidad de ver de nuevo a los
Danzantes en segunda convocatoria o a lo mejor en primera, según las andanzas practicadas
en el inicio del camino festivo. Qué orgullosos se sentirían los “Trabuco”,
“Jeremías”, “Solanes” o los “Fragatinos” al comprobar como sus conciudadanos
mantienen el espíritu festivo. Los Danzantes bajan del escenario para continuar
levantando aplausos y emociones de nuevo en el asfalto, su firme natural.
Suenan las espadas Villahermosa abajo y entre el gentío todavía se vislumbra el
ir y venir del palo de la albahaca al llegar a las cuatro esquinas.
de la fiesta llega la noche de los deseos, de las Perseidas o de las
“Lágrimas de San Lorenzo”. La Agrupación Astronómica de Huesca nos invita a un
gran espectáculo sideral, a la
observación de la más popular lluvia de meteoros que se puede observar desde el
hemisferio norte, a saber mirar el cielo y acercarnos así un poco más a la
astronomía. Será, si el frío no lo impide y no nos devuelve pronto a casa, una
noche larga con olor a campo en medio de un gran baño de deseos. Es la noche en
la que uno piensa que todavía algo es posible y que lo mejor está aún por
llegar.
Seis de la tarde de un día cualquiera. Parque Miguel Servet. Si algún
sector de la población tiene las expectativas festivas más que cubiertas, este
es el infantil. Dicen que es un público muy exigente en sus demandas, aunque
desde la distancia pueda parecer todo lo contrario. Para los niños y las niñas
todo es excepcional. Trasnochar, el bullicio de la calle, un paseo por “los
tenderetes” y de paso “pescar algo”, las ferias y el parque Miguel Servet,
donde la actividad es frenética, contagiosa y hasta agotadora. Y aquí, entre
todas las cosas, “La Compañía de Títeres y Marionetas de Maese Villarejo” con
las “Aventuras de Gorgorito”. El personaje infantil creado por Juan Antonio
Díaz Gómez de la Serna, “Maese Villarejo”, ha provocado el entusiasmo de la
población infantil oscense durante décadas y recordado a los adultos que esa
ahora pequeña marioneta, nos pareció,
hace ya muchos agostos, un enorme héroe de impresionante y sonora estaca. La
historia se repite. Los más pequeños siguen avisando al valiente Gorgorito de
la presencia de la bruja, mientras tanto, los adultos, nos recreamos en sus
caras donde se dibuja la alegría, algún que otro temor, asombro, admiración y
ternura, mucha ternura.
Siete de la tarde del día 15
de agosto. En el Coso Bajo, a la altura del número 11. Ofrenda de flores y
frutos a San Lorenzo. La fiesta llega casi a su fin. Restan ya muy pocas horas
para que la ciudad vuelva a su estado habitual de las cosas. Mucha gente en la
calle para ver como mairalesas, peñas, familias, vecinos, amigos… hacen su
particular ofrenda al santo como muestra de respeto y amor. Subo la mirada a un
balcón y me entristece la ausencia; regreso la vista a la calle y me contagio
del entusiasmo de los espectadores. Los danzantes apuran sus últimos saltos y
San Lorenzo vuelve a su casa. Y lo hace satisfecho porque se siente querido,
porque sus vecinos han sabido disfrutar de sus fiestas. Regresa a su Basílica
tomando buena nota de las plegarias recibidas porque así lo creemos y también
lo queremos.
Son tan solo siete horas de las
cerca de ciento cuarenta festivas. Siete horas de otros tantos instantes
esperados año tras año. El resto, hasta completar la totalidad, las ocuparán y
escribirán en su recuerdo, oscenses y visitantes en otros escenarios y
con otras sensaciones para hacer de las fiestas de San Lorenzo en Huesca algo
grande, hermoso y de obligado cuidado.
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