Hace unos días un amigo me pidió
que le definiera las fiestas de San Lorenzo. Tal requerimiento me cayó igual
que cuando vas al médico y te pregunta ¿es usted alérgico a algún medicamento?
No entendí muy bien el por qué de la cuestión ni mi curiosidad le devolvió
pregunta alguna. Eché mano de elementos de las fiestas laurentinas que pudieran
configurar una definición y le contesté algo así: “Son unas fiestas
multitudinarias, como tantas otras fiestas,
que para los oscenses tienen un significado muy especial y con símbolos
y tradiciones peculiares que las hacen únicas y especiales”.
Mi amigo, tras escuchar mi
improvisada definición, sonrió y me devolvió un escueto: “Vaya, como tantas
otras fiestas”. Seguimos hablando de lo que en estos días se dice, comenta y
opina, y que por cansino y por no venir al caso omito, para a continuación
despedirnos hasta más ver.
De regreso a casa fui pensando en
lo extraño de la situación recién vivida y de lo poco satisfecho que a mi colega
le dejó la respuesta que improvisé para su inesperada pregunta. Se trataba de
una definición; es decir, citar con claridad y exactitud algo, enunciando las
propiedades que lo designan unívocamente y de forma breve y concisa. Entendí en
ese momento que para esta definición incluir significados especiales, símbolos
y tradiciones peculiares de las fiestas de San Lorenzo era prolijo, excesivo e
iba más allá de lo que entendía era una definición.
Ya en casa, sin intención previa,
empecé a ver fotografías, precisamente, de los últimos treinta y pico años,
archivadas bajo la etiqueta de “Fiestas de San Lorenzo”. Primero por mis manos,
en papel, y luego por mis ojos, digital,
desfilaron cientos de imágenes, muchas de ellas caídas en el olvido personal. Si hubiese mezclado los
archivos de las tres décadas, nadie hubiese puesto en duda que perfectamente
podrían corresponder a un único año. El escenario y los protagonistas se
repetían una y otra vez: blanco, verde, danzantes, familia, amigos, San
Lorenzo, aperitivos, ferias, conciertos, multitud, más danzantes, albahaca,
alguna que otra tarde de toros, muy pocas, escasas, primeros planos a caras
conocidas, alguna que otra foto que ni recuerdo haberla hecho ni a quien, mairalesas
que ni reconozco, hijas mairalesas, mayoral de los danzantes con más danzantes
y cintas, busto de San Lorenzo, por delante, de perfil, un contrapicado,
procesión, ofrenda de frutos al santo, día 15 de agosto, de peñista con
sobrinas, de baturro con otras sobrinas, algún que otro fuego artificial
recogido en instantánea pero con poca fortuna….. Era como si el tiempo no
hubiese pasado, como si se hubiera detenido. Bien vale, hay diferencia de los
16 años de las primeras fotografías a las de los cincuenta y tantos de los
actuales. Yo sé lo que quiero decir.
Volví a ver las fotografías
impulsado por no sé que tic incontrolable. Aún agotado de ver tanta y tanta
imagen me sorprendí retomando de nuevo los albumes y abriendo el disco externo
del ordenador para seguir viendo las reiteradas imágenes. Tampoco sé el porqué,
pero la cadencia del paso de las imágenes ante mis ojos se fue ralentizando
para descubrir posibles respuestas a la curiosa
pregunta formulada por mi amigo unas ya bastantes horas antes.
Las fiestas de San Lorenzo son
gente, mucha gente. Gente feliz, alegre. Gente deseosa de que llegue la semana
del 9 al 15 de agosto para divertirse, para reencontrarse, para hacer y ser
familia. Gente dividida en blanco y verde y en jirón amoratado, derivación
generacional. Es un día hermoso, muy hermoso. Es un día pintado en azul, ahora
sí, inequívocamente en blanco y verde y con aroma fresco y de limpio amanecer.
Los días festivos en Huesca son
portales para la despedida con besos robados y guiños a algo parecido al amor
de juventud; portales esquivos,
difíciles ya, por lo doloroso, de traspasar. Testigos mudos entre dos
luces de la actividad frenética de una ciudad que abandona por unos días su
desorientado caminar.
En Huesca, sus fiestas, son miles
de sonrisas. Limpias, amables, contagiosas. Sonrisas de todos los tamaños y
calibres. Sonrisas para regalar y complacer. Y de todas ellas, una muy dulce
que descansa sobre una alacena.
Las fiestas en honor a San
Lorenzo es un ramo de albahaca que entra en casa como un huésped más, querido y esperado. Un ramo que hace las
veces de improvisado calendario. Verde y lozano a su entrada, mutilado,
mermado, agotado y angostado tras siete días de espléndida compañía.
La semana festiva oscense es un
multitudinario y anónimo cumpleaños; una pañoleta verde que también tiene
derecho a descansar; el ohhh! de un globo que se desenredó de la muñeca de un
pequeño para ver la fiesta desde algún privilegiado lugar; unos pies que se
divorciaron de su calzado para volverse a encontrar.
San Lorenzo es también la fiesta
de la diáspora. Es la vuelta a casa para revivir emociones y levantar acta
notarial de tus recuerdos, que aún cuando han cambiado algunas cosas, siguen
allí como cuando entonces, como cuando eras un protagonista más de esa fiesta. Es
una mirada emocionada en la que se vislumbra un apunte para un guión que jamás
se escribirá.
En las fiestas de Huesca también
se coleccionan lágrimas, aunque muchas de ellas se nieguen a salir. Lágrimas
nacidas del recuerdo y en homenaje a las ausencias queridas; lágrimas contagiosas
de mairalesa inconsolable porque su semana se acaba; lágrimas por emoción y
otras por desamor; lágrimas incapaces de sostener la inquietante mirada de San
Lorenzo en un particular y personal encuentro.
Las fiestas de San Lorenzo es un
apretón de manos firme y sincero; un fuerte abrazo de peregrino mientras suenan
las campanas de la Basílica; un danzante cansado y sudoroso, mientras otro
descansa suavizando la garganta con algún líquido regalado. Es relevo
generacional donde unos enseñan y otros aprenden; donde unos recuerdan y los
otros, escuchan con inusitada atención. Es la negociación por ver este año
quien hará el pollo al chilindrón……
Las fiestas de San Lorenzo en
Huesca, del 9 al 15 de agosto, no se pueden definir, amigo. Nunca más me lo
preguntes. Las fiestas laurentinas no tienen definición. En este listado de
situaciones se han quedado muchas fuera. Tantas como oscenses participan y han
disfrutado de sus fiestas. Tantas como recuerdos somos capaces de acumular. Las
fiestas de Huesca, querido amigo, no tienen definición. Cada año llegan para
vivirlas y sentirlas. Si quieres, una tarde noche, nos sentamos en una terraza
y compartimos imágenes y recuerdos porque eso también forma parte de las
fiestas de San Lorenzo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario