sábado, 8 de agosto de 2015

00091 El Conejo Asado

SIN COMPLICACIONES

Un asador de horno cubierto su base con abundantes y finas patatas. Sobre ellas el conejo entero, partido por la mitad o a cuartos. Chorrito de aceite, sal e introducir al horno hasta que la carne se dore. Acompañar con un buen alioli. Así de sencillo. Sin más complicaciones.

Resulta de las carnes al horno, junto con el pollo, más gratificante y socorrida. Suele gustar a todo comensal y su presencia siempre es bien recibida. Si hay hambre, su cuarto trasero. Si el apetito no tiene su día, un cuarto delantero para entretenerte con las costillas.

Plato de fin de semana que es cuando hay tiempo para dedicarle al horno. O de domingo en las comidas en casa de mis suegros. Mi suegra, Francisca, lo borda. Crujiente por fuera y tierno por dentro. Una auténtica delicia tanto mi suegra como el conejo asado que nos prepara.

Durante muchos años fue el conejo asado una de mis constantes elecciones cuando salía a comer fuera de casa. Cuando las propuestas gastronómicas eran mucho más limitadas que ahora. 

De esos estúpidos récords personales que todos tenemos, el conejo forma parte uno de mis éxitos al comerme en una sentada bicho y medio. Fue en una fiesta mayor en San Feliu de Saserra en casa del alcalde de la localidad  de por aquel entonces. Tendría quince o dieciséis años. Era una época en la que mi hermano Manolo, médico en el pequeño pueblo barcelonés, solía repetir que salía más barato comprarme un traje que invitarme a comer. No le faltaba razón.

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