Y COMERLOS CON LOS DEDOS
No había mucho qué preguntar sobre las viandas de la cena
más entrañable y esperada del año. No recuerdo ni el cómo ni el por qué, pero
se había convertido en todo un clásico aclamado y reclamado por todos los comensales.
Era un plato, y nunca mejor dicho, de chuparte los dedos. Las normas de buena
educación indicaban que había que comerlo con tenedor y pala de pescado. Pero
en esa ocasión, estábamos en familia, era Nochebuena, y se permitía todo.
Bueno, todo, menos hacer ruido con la boca mientras se chupaba la cabeza del
langostino. Eso, no. ¡Qué manera de disfrutar de un plato! Y cuando ya no había
langostino que llevarse a la boca, buena provisión de pan y a mojarlo en la
salsa. Además, por aquellos años que ahora hago presente, no era muy habitual,
por lo menos en mi casa, de comer langostinos el resto del año, con lo que la
dicha era doble.
Evidentemente, la gracia de este plato está en la salsa americana.
Aquí radica la esencia de este cocinado. Si bien hay varias formas de elaborarla,
yo acudo, como no podía ser de otra manera, a la receta que aprendí de mi madre.
Por lo que he podido comprobar, bien a través de otras recetas o de sugerencias
que he ido recogiendo, se trata de la más sencilla de las elaboraciones. No por
ello, igual es pasión, me sigue pareciendo algo espectacular y nada que
desmerecer con el resto de propuestas para elaborar esta popular salsa.
Habitualmente, cuando recojo en este caleidoscopio vital alguna
receta de las que aprendí de mi madre, acudo al cuaderno donde las tengo recogidas.
Pero en esta ocasión, voy a copiar la receta literalmente de un pequeño
recetario, ahora de páginas amarillentas, que guardo como un gran tesoro, y que
a mi madre le gustaba imitar. El recetario en cuestión no habla de ingredientes
ni cantidades. Estas las sugiero yo. En cuanto a la forma de redactar la receta,
tampoco el autor se complica la vida.
Ingredientes para 4 personas: 12 langostinos, 100 gramos de
mantequilla, 1 cebolla mediana, un vaso de vino blanco, 4 cayenas y 500 gramos
de tomate frito.
Elaboración: Literal del recetario.
“Se vierte en el
fondo de una cacerola un poco de mantequilla, cebolla bien picada, sal, vino
blanco, unas cayenas y el tomate ya frito”. Interpretado, es que hay que
pochar primero la cebolla con la mantequilla y un poco de sal. Cuando esté
pochada se añade el vino blanco. Una vez evaporado el vino, hay que añadir el
tomate frito con las cayenas. Continua el autor.
“Esta salsa se deja hervir
unos minutos y a continuación se aparta la cacerola, añadiendo los langostinos
mondados, que se dejarán cocer poco a poco, por espacio de quince a veinte
minutos. Cuando estén cocidos, se disponen en una fuente honda, rociándolos con
la salsa, que se habrá pasado por el tamiz”. Lo que viene a decir es que
hay que dejar hervir unos cinco minutos, siempre a fuego medio, para que se
acabe de ligar la salsa e incorporar los langostinos. Si bien el autor de la receta
los incorpora ya mondados, en casa iban a la salsa tal cual. Una vez cocidos,
no más de cinco o siete minutos, se sacan los langostinos a una fuente, y la
salsa se cuela por el chino. Una vez colada la salsa, la incorporamos de nuevo
a la sartén, incorporamos también los langostinos y les damos un golpe de fuego
durante un par de minutos. Y de aquí, a la mesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario