EL POETA DEL MAR
Me acerqué al poeta José Hierro, hace ya algunos años,
atraído por una querencia compartida: el mar. Desde el primer instante, con la
lectura de los primeros versos, quedé cautivado de su palabra, de su limpia
mirada hacia la vida sencilla, de la soledad de sus versos, de su serenidad y de
la ociosidad de mirar el mundo. Desde ese preciso instante pasó a formar parte
de mis poetas de cabecera junto a Neruda, Kavafis, Pessoa o Juan Ramón Jiménez.
Pepe Hierro, un “santanderino” que nació en Madrid el 3 de
abril de 1922, influenciado por el también poeta Gerardo Diego, supo conjugar
con maestría palabra y mirada, a través de una poesía antirrealista y
evocativa.
En 1981 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Letras,
en 1990 recibió el Premio Nacional de las Letras Españolas, en 1995 fue
nombrado doctor honoris causa por la Universidad
Internacional Menéndez Pelayo de Santander y en 1998 recibió el Premio
Cervantes. Al año siguiente fue elegido miembro de la Real Academia Española.
Se trata de una obra de la escultora santanderina Gema
Soldevilla y se basa en la recreación de la cabeza del poeta, formada por una
serie de paneles paralelos de dos metros de alto, elaborados en láminas de
acero, que forman un cubo de dos metros de profundidad y dos de anchura. La
escultura se levanta sobre una base de hormigón cubierta de piedra y lleva una
placa en la que se leen los versos del poeta sobre la Bahía de Santander: “Si
muero, que me pongan desnudo, desnudo junto al mar. / Serán las aguas grises mi
escudo y no habrá que luchar”.
DESPEDIDA DEL MAR
guardarte entero en mi recinto
de soledad, por más que quiera
beber tus ojos infinitos,
tus largas tardes plateadas,
tu vasto gesto, gris y frío,
sé que al volver a tus orillas
nos sentiremos muy distintos.
Nunca jamás volveré a verte
con estos ojos que hoy te miro.
Este perfume de manzanas,
¿de dónde viene? ¡Oh sueño mío,
mar mío! ¡Fúndeme, despójame
de mi carne, de mi vestido
mortal! ¡Olvídame en la arena,
y sea yo también un hijo
más, un caudal de agua serena
que vuelve a ti, a su salino
nacimiento, a vivir tu vida
como el más triste de los ríos!
Ramos frescos de espuma… Barcas
soñolientas y vagas… Niños
rebañando la miel poniente
del sol… ¡Qué nuevo y fresco y limpio
el mundo…! Nace cada día
del mar, recorre los caminos
que rodean mi alma, y corre
a esconderse bajo el sombrío,
lúgubre aceite de la noche;
vuelve a su origen y principio.
para emprender otro camino!…
Por más que intente al despedirme
llevar tu imagen, mar, conmigo;
por más que quiera traspasarte,
fijarte, exacto, en mis sentidos;
por más que busque tus cadenas
para negarme a mi destino,
yo sé que pronto estará rota
tu malla gris de tenues hilos.
Nunca jamás volveré a verte
con estos ojos que hoy te miro.
José Hierro
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