SIEMPRE AGRADECIDO
Bienvenida sea esta planta y verdura al listado de gustos y querencias. ¡Qué buena aliada también en la cocina y qué cómplice es en días de nada! Porque a ver, ¿qué despensa que se precie no tiene una lata de espárragos a la espera de su oportunidad? Amigos del jamón y de las menestras, de los huevos escalfados, de ensaladas, de pasteles de verduras, de puddings, de pinchos y de mayonesas. Y para qué contar cuando llegados los meses de febrero y marzo aparecen en los mercados los frescos espárragos nacidos en tierras navarras, riojanas o aragonesas. Hervidos y servidos templados con aceite y sal. Sin más. De pecado.
Se dice que los espárragos son muy apreciados ya desde la antigüedad, tanto por sus usos culinarios como por las propiedades medicinales que posee. Con un mínimo aporte calórico, dado su bajo contenido en hidratos de carbono, los espárragos son un alimento imprescindible para una dieta sana en cualquier ciclo de la vida. Poseen vitaminas A, C, E, B1, B2 y B6, además de antioxidantes y minerales como el hierro, calcio, fósforo y sodio. Contribuyen a la formación de glóbulos rojos y son un gran depurativo.
No obstante, y seguro que mientras esto lees te ha venido a la cabeza, algún pero tienen que tener. Y es que algunos de sus componentes se metabolizan y excretan en la orina, dándole un inconfundible y "ligero" olor un tanto desagradable. Pero se le puede perdonar. ¡Son tan buenos y sabrosos!
Ah! y qué decir de su uso como botiquín casero de primeros auxilios. Siempre recordaré, siendo niño, cómo unos espárragos ayudaron a desincrustar de mi garganta una espina de pescado. ¡Qué mal lo pasé! Y qué aliviado me sentí cuando los espárragos, no sé en qué número, consiguieron arrastrar la espina. Aunque solo sea por esto, siempre agradecido al espárrago.
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