COMO UNA FIESTA
En estos días de fríos y destemples no hay nada que me apetezca más que un buen caldo casero bien calentito. Bebido en taza y que las manos sean quienes anticipen algo de calor y bienestar al cuerpo. A pequeños sorbos, recreándome con los sabores que van llegando, disfrutando de un pequeño placer, que de tan pequeño, pasa desapercibido.
Un placer que empieza ya en su elaboración. Hacer un caldo casero es lo más parecido a una fiesta. Todo cabe, no importa que haya más o menos ingredientes, como tampoco importa el número de invitados a la juerga. Siempre acaba habiendo el número suficiente. No hay caldo casero igual, como tampoco hay fiesta similar. El éxito radica en la esencia de las cosas.
Pero dejémonos de más parangones y vamos a lo que hay que ir. Agua, abundante agua, sal y lo que venga del frigorífico. Hoy, un muslo de pollo, un buen "zancarrón" de jamón, algo de carne de ternera, un chorizo, un puerro, una zanahoria, una cebolla y un tomate.¡Que comience la fiesta y el burbujeo! Poco a poco, sin prisa. Ya se percibe su olor en la antesala del sabor. Buen color, de los que atrapan. Colar y embotellar. Tres litros. La carne para otro festín.
Solo resta ya ir disfrutando, en estos días de fríos y destemples, de un buen caldo casero, bebido en taza, a pequeños sorbos, recreándome con los sabores que voy recordando.
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