Me gustan por lo apañados y agradecidos que son. Todo les va bien. Da igual que sean verduras, carnes, pescados o una sencilla vinagreta. No hacen reparos a nada y esto es ya de por sí una gran ventaja. Que nos queremos complicar la vida en la cocina, allí están ellos para ayudarnos. Que por el contrario no estamos para complicaciones, allí que están ellos para echarnos una mano. Fríos, calientes, en sopa, en ensalada, en puré, como acompañamiento... siempre puedes contar con ellos.
En algún momento de este caleidoscopio vital ya he dejado constancia de alguna que otra receta con los garbanzos como protagonistas. Hoy traigo una que aprendí recientemente de mi hermano Antonio y que de tan sencilla resulta sensacional. Muy aprovechada, diría yo.
Se dejan los garbanzos a remojo la noche anterior al igual que los huesos de jamón. Escurrimos los garbanzos y los introducimos en una olla para a continuación cubrirlos con el agua donde han estado a remojo los huesos. Incorporamos una cebolla y un tomate pelados. Salpimentamos al gusto. Los dejamos a cocer a fuego medio. Mientras tanto, desprendemos el jamón de los huesos e incorporamos a la cocción los trozos de carne obtenidos. Cocer hasta que los garbanzos estén en su punto. Incorporar agua si fuera preciso.
El resultado, como ya he dicho, es sensacional; un plato nada pesado y muy sabroso.
El garbanzo es una legumbre con importantes cualidades culinarias y nutritivas, si bien siempre se ha asociado a la frugalidad, pobreza e incluso rudeza. Expresiones tales como, "por un garbanzo no se descompone la olla ", "en todo cocido siempre hay un garbanzo negro", son una prueba de ello.
Dichos populares al margen, se trata de una legumbre de una riqueza formidable en lo que a aportes nutritivos se refiere. Es rico en proteínas, almidón y en lípidos, sobre todo de ácido oléico y linoléico, que son insaturados y carentes de colesterol. Además, es un buen aporte de fibras y calorías.
En algún momento de este caleidoscopio vital ya he dejado constancia de alguna que otra receta con los garbanzos como protagonistas. Hoy traigo una que aprendí recientemente de mi hermano Antonio y que de tan sencilla resulta sensacional. Muy aprovechada, diría yo.
Se dejan los garbanzos a remojo la noche anterior al igual que los huesos de jamón. Escurrimos los garbanzos y los introducimos en una olla para a continuación cubrirlos con el agua donde han estado a remojo los huesos. Incorporamos una cebolla y un tomate pelados. Salpimentamos al gusto. Los dejamos a cocer a fuego medio. Mientras tanto, desprendemos el jamón de los huesos e incorporamos a la cocción los trozos de carne obtenidos. Cocer hasta que los garbanzos estén en su punto. Incorporar agua si fuera preciso.
El resultado, como ya he dicho, es sensacional; un plato nada pesado y muy sabroso.
El garbanzo es una legumbre con importantes cualidades culinarias y nutritivas, si bien siempre se ha asociado a la frugalidad, pobreza e incluso rudeza. Expresiones tales como, "por un garbanzo no se descompone la olla ", "en todo cocido siempre hay un garbanzo negro", son una prueba de ello.
Dichos populares al margen, se trata de una legumbre de una riqueza formidable en lo que a aportes nutritivos se refiere. Es rico en proteínas, almidón y en lípidos, sobre todo de ácido oléico y linoléico, que son insaturados y carentes de colesterol. Además, es un buen aporte de fibras y calorías.
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