Quédate quieto, ni siquiera un balanceo no vaya a ser que se arrepienta. Sólo escucha e interpreta. Igual no dice nada, como la vida a veces cuando no habla, o quizás lo diga todo, como la misma vida cuando no calla.
Hay que saber escuchar, me dice, con oír no basta. Es necesario sentir, que no parezca que todo pasa. Hay que saber interpretar cuando no hay palabra exacta.
El río habla, salta, enmudece, hace filigranas entre piedras inexactas. Discurre, transita, fluye, emana en un discurso de tránsito sin importarle nada. Como un susurro, como una letanía vaga, el río y su agua baja. No alcanzo a entender su lenguaje abstracto ni sé de que me habla. Pero algo me dice, lo noto en mi austera calma. Un run run de plácida agua salpica mi interior para calar mi alma. Me dejo llevar, quieto, sin apenas balanceo, adormecido por un sol, una luz y un sonido placentero que todo lo agranda. No es un sueño, es el susurro del agua que pasa, saluda y pasa.
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