SABOR VACACIONAL
Me gustan los helados en cualquiera de sus versiones y presentaciones. No importa que sea verano o invierno. Un helado siempre sienta bien y máxime si éste es de calidad. Una afición que comparto gratamente con mis hijas.
Los helados Regma en cuestión los conocí hace un par de décadas en mi primera visita a Santander. Fue en una heladería de esta firma ubicada en El Sardinero santanderino. Recuerdo que pasaron varios días hasta que me decidí probarlos. Cada día que pasaba por delante de la heladería observaba largas filas de gente a la espera de adquirir su cucurucho o vasito de atractivo y sugerente helado. Una tarde de calma familiar me sumé a una de las filas para iniciarme en tan golosa experiencia. Mi primer sabor fue de jaspeado escocés. ¡Qué cosa más deliciosa! ¡Y qué contundente también! No sólo fue su sabor lo que me cautivó sino su cremosidad y generosidad en el llenado del cucurucho.
Desde aquel entonces no hay verano o visita a tierras cántabras que en algún momento decidamos darnos una alegría en alguna de sus heladerías. Se ha convertido en una tradición no exenta de un particular ritual y que ha pasado a formar parte de nuestros sabores vacacionales en familia. No es que veamos una heladería Regma y se nos antoje en ese momento un helado, no. En alguno de nuestros paseos vespertinos por Somo habilitamos una esperada parada en la heladería. El tiempo ha hecho que cada uno tengamos ya nuestro sabor preferido. Loreto de avellana y en cucurucho, Jara en vasito y de chocolate y nata, yo, de jaspeado de moka y en cucurucho, y Gloria, que no se "atreve" con uno entero, va picoteando de los nuestros. Una vez adquiridos los helados nos sentamos sobre una enladrillada repisa que da forma a una plaza que hay entorno a la heladería e intentamos mancharnos lo menos posible. La práctica en su consumo nos ha ahorrado ya algún que otro lamparón que todavía recordamos de nuestros inicios. Y es que, como ya he comentado con anterioridad, el llenado de cremoso helado tanto del cucurucho como del vasito es bien generoso. No se trata de una bola al uso sino de un par de bolas no uniformes con apretada y generosa propina. Desde que la gentil dependienta deposita en tu mano el helado hay que estar muy atento a los pequeños pero continuos desbordamientos de helado. De la habilidad de tu lengua y de la destreza que tengas con la cucharilla de plástico dependerá el éxito de la operación helado. Bromas aparte, son excepcionales y dignos de toda recomendación si os dejáis caer por Cantabria.
He leído que el origen de esta empresa familiar se remonta al año 1933 cuando Marcelino Castanedo Miera se hizo con la propiedad de una heladería en venta en la calle Hernán Cortés, en Santander, y que estaba regentada hasta entonces por unos italianos. Marcelino conocía muy bien el sector y puso en marcha un negocio renovado, fijando su preocupación en la elaboración de productos de calidad y utilizando únicamente ingredientes naturales. El nombre de Regma, que es uno de los sellos inconfundibles de Cantabria, se debió a la fusión de los nombres de las dos hijas de Marcelino, Regina y Margarita. En la actualidad, Regma está regentada por la tercera generación y cuenta con veinticinco heladerías, siete confiterías y cuatro cafeterías. Además de en diferentes rincones de Cantabria, Regma tiene presencia en Gijón, Llanes, Aguilar de Campoo y Ribadesella. Da trabajo a más de un centenar de personas y vende más de un millón de helados cada verano. Un millón de enormes helados con los que tienes que pelear para que no se derritan en la mano.
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