OLAS VERDES DEL CAMPO
De mi larga lista de olores vividos hay uno que destaca sobre manera. Tiene un plus y un acento especial que van más allá de la sutil y delicada fragancia. Su simple recuerdo evoca, transporta, rejuvenece el alma y hasta cuenta pequeñas historias sin título cuya única razón es haberlas sentido.
La albahaca que guardo en mis adentros sabe a fiesta y huele a convencida oración en la soledad de la muchedumbre. Es ramo en la ofrenda, ramillete suspendido en los días de hacienda y olor de encuentro en la improvisada sonrisa para la bienvenida que sea.
Sólo ella es capaz de volar sobre el dance, de perfumar las horas de inquieta espera, de avivar el cansancio frente a la laureada puerta. Suave temblor de unas manos emocionadas ante el roce sutil de sus pequeñas, indefensas y delicadas hojas de verde estrella.
Pura sangre de las hierbas de aromas que por perfumar, embalsama hasta las más tristes de las hondas penas. Una mirada, un respiro, un deseo, una caricia y llega el alivio.
Albahaca de tierra firme, de huerta y hortelanos, me voy a contarle al mar, a ese mar que no ves, de tu grandeza y silencio entre las olas verdes del campo.
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