EN LA DESPEDIDA
Intuyo un pronto final. Tu porte y semblante te delatan. Los colores intensos que ayer fueron de vida, inicio y primavera, hoy se suavizan y diluyen con el monótono transitar de los días y de las causas ajenas. Llega el momento de decir adiós, que no es otra cosa que la antesala de los recuerdos. Y os lo digo mirando al sol, a contra luz de una mañana de azul luminoso. Os digo adiós mirando a una luz que siempre atrapa y espera, incluso en las despedidas más desatentas.
Me despido de vosotros, pensamientos, con mi humilde agradecimiento. Posiblemente no sea bien entendido; últimamente pocas cosas se comprenden bien. Yo os cuidé, es cierto. Os atendí desde el egoísmo para traicionar a los otros pensamientos, a esos que duelen, martirizan y castigan. Y aún cuando os dediqué tiempo, tampoco fue esfuerzo. Estoy tan sobrado de él, como de paciencia.
Pertenecisteis y fuisteis dueños de mis horas sentado al sol y también en alguna que otra sombra. Apaciguasteis mi ansiedad con un saludo y miradas de sentida cortesía. Y cuando escuchabais mis desvaríos y desatinos, me pareció oír vuestra voz de rebeldía.
Os digo adiós, amigos, con mi justo reconocimiento. Os despido con la mirada puesta en la luz; en esa luz comprometida con la próxima primavera.
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