He llegado tarde. Como tantas otras veces, he vuelto a no controlar mi destiempo. El atardecer se ha volcado sobre un paisaje desvelado en la tierra de tantos y de nadie. La luz es apenas ya un recuerdo que volverá a despertar mañana.
Sombras, muchas sombras, demasiadas sombras también en la arboleda que parece contagiarse de lo que traigo de afuera. Escasamente se vislumbran siluetas, trozos de una vida quieta en permanente vigía. Al final hay luz, sí, como siempre al final se ve la luz para la esperanza de quien quiera. Ni me acerco. Allí la dejo. Aquí se queda, que yo todavía persigo la última promesa.
Imaginar que sólo con mirar se colorea. Abrir espesuras para que entre la luz, esa luz que trae un ligero color, un tenue matiz, una leve ilusión que alivie mi tardanza.
Sólo quería color, allí donde había sombras.
Precioso, como siempre...
ResponderEliminarMuchas gracias, amigo Alberto
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