lunes, 13 de junio de 2016

00308 Las Orquídeas

MISTERIO, EXOTISMO Y BUEN GUSTO


A pesar de que siempre me ha parecido una flor muy atractiva,  fascinante y enigmática, nunca he tenido orquídeas en casa hasta hace muy pocos días. De hecho, para no faltar a la verdad, sigo sin tener. Apenas he podido disfrutar de su presencia escasamente una semana. A los dos o tres días de acomodarla en el salón comenzó a perder sus hermosas flores y sólo me quedan ya sus hojas. Como todo en esta vida,  tiene su explicación.

No estaba prevista su compra. Si lo hice fue porque la vi con muy buena presencia y a un buen precio, 5 euros.Tanto es así que compré dos;  la otra para una amiga, María Pilar,  a la que le encantan las orquídeas. Tiene buena mano para ellas y una excelente representación en su galería. La de mi amiga, según me dice, goza de buena salud. El caso es que como cuando las adquirí todavía tenía que hacer otras gestiones y por no ir con la orquídeas de un lado para otro, decidí, aún a sabiendas de lo que podía pasar, dejarlas dentro del coche. Hacía calor y del vehículo, como vulgarmente se dice, salía humo. Así que dejé bajadas un par de dedos las ventanillas traseras del coche sin mucho convencimiento y con remordimiento de conciencia.

Regresé al cabo de unas tres horas. Las orquídeas parecían hablar entre ellas. No voy reproducir aquí lo que me pareció entender que se decían. En cuanto llegué a casa las regué. A la mañana siguiente, la orquídea de mi amiga María Pilar se mostraba feliz, no así la mía que empezó a mostrar el maltrato recibido. Todas mis atenciones fueron pocas para ellas porque al cabo de unos pocos días, apenas siete, y como si se hubiesen puesto de acuerdo todas las flores, comenzaron a suicidarse. Ahora sólo me quedan las hojas y los dos tallos donde prendían las orquídeas. Menos mal que aún me dio tiempo de hacerles unas cuantas fotos aunque sólo sea para recordarme que en una ocasión, por espacio de una semana, tuve orquídeas. Como estamos en época de esperanzas, quiero albergar alguna. Espero que, no sé cuando, la planta me perdone y me vuelva a obsequiar con unas atractivas, fascinantes y enigmáticas orquídeas.

Cuando me interesé por sus cuidados, leí con anterioridad que se estima hay entre 25.000 y 30.000 especies, repartidas en más de 700 géneros distintos, aunque todo ello es objeto de discusión entre la comunidad científica, ya que las orquídeas que unos proponen como especies otros las consideran como una variedad o subespecie de otra. Con todo, las orquidáceas es la familia más grande de todas las plantas con flor. Todos los meses se encuentran y clasifican nuevas especies. Híbridos de orquídeas, en la actualidad hay registrados más de 120.000 diferentes.

Leo también en boca de un experto, que los cuidados de una orquídea son muy relativos y que todo dependerá del entorno en su lugar de origen. En general, necesitan una humedad por encima del 60 por ciento. Hay orquídeas capaces de sobrevivir a varios metros bajo la nieve y que algunas han colonizado ya el Círculo Polar Ártico. Otras, sin embargo, son capaces de sobrevivir en ambientes muy soleados, casi predesérticos, compartiendo hábitat con cactus. En general, las orquídeas que solemos tener en casa, continúa, necesitan de una buena ventana, con una cortina fina para evitar el sol directo, buena humedad y abono con regularidad. Añade que lo cierto es que son menos delicadas de lo que la gente cree y es obligación de todos los amantes de las orquídeas trabajar para desmitificarlas.

Leo también que existen numerosas leyendas sobre las orquídeas. La mayor parte de ellas hacen referencia a altos valores como el amor o la amistad. Para los samurais del Japón medieval, la Neofinetia falcata representaba tal cúmulo de virtudes que era común su cultivo por estos guerreros, hasta tal punto de que se apropiaron de su uso y podían castigar severamente a cualquier persona del pueblo llano que se atreviera a cultivarla.

Desde el siglo XIX, y dada la aceptación que estas plantas tuvieron en Europa, la orquídea simboliza el misterio, el exotismo, el buen gusto, la sensualidad o la pasión. Hubo un tiempo en que regalar una orquídea era más apreciado que regalar un diamante, y algunas especies alcanzaban precios exorbitantes que sólo los grandes magnates podían permitirse. Cuentan que se llegó a pagar por una de ellas una cantidad equivalente a lo que hoy costaría una docena de automóviles de alta gama.





















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