VERDE ALMA ACOMPAÑADA
La vespertina luz se posa suave y dulcemente sobre campos agradecidos de esperanzados verdores. Quietud y calma. Silencio para no despertar al almendro florido. El triunfo de la vida vuelve para mostrar sus trofeos como cada primavera. No hay miedo, el color no engaña. Ni tan siquiera en la umbría de la foresta.
Llegar hasta aquí es fácil. Sólo hay que dejarse llevar por el rebato del sueño advertido. Dejarse guiar por la caricia materna provista de un consuelo incontestable. Recoger velas, no hay aire, sólo la presencia de un aliento maternal para impulsar el alma errante convencida de encontrar en algún paraje su maltrecha quimera.
Entre verdes anda el juego y entre las veredas, la melancolía busca aposento. Hoy quiero jugar a ser verde, ayer ya fui pesar. Hoy quiero jugar a las adivinanzas entre tiernas espigas con ansias de sol, a ser soldadito de plomo camuflado entre las raíces de un viejo olivo. Jugar a alto la valla, por mí y por mis compañeros. Saltar hasta no poder más. Correr hasta tocar la doblez de un fiel atardecer. Y al final, cuando el juego aviste el cansancio, besar y abrazar, dos verbos que no cansan ni agotarán jamás. Si pudiese guardar este instante para mostrárselo a mi mocedad...
El juego cesa entre los verdes calmados y en paz mientras la nostalgia emprende un nuevo caminar. Un ciprés, de los que todavía creen en Dios, se alza airoso, sin complejos, hacia un cielo cercano y azul que no quiere competir para no defraudar. Y a su oscuro verdor le digo, no me busques entre las necias palabras ni en las falacias de los hombres sin alma. Tampoco entre el ruido de los pasos en la calle que anuncia el camino hacia un paraíso apenas comprometido. Búscame a tus pies, en la verde ladera, en el campo verde, al cobijo de tu alargada sombra, en cualquier verde infinito de jóvenes espigas y yerba humedecida de cualquier abril y sus mil aguas.Y si no escuchas mi respiro será porque ya no existo. Seré entonces tan sólo una brizna de verde alma acompañada.
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