NO LES GUSTA ESPERAR
Continúan siendo una de mis muchas asignaturas pendientes. Sigo sin poder disfrutar de este magnífico espectáculo en toda su magnitud y máxima expresión. Todos los años me sucede lo mismo. Intento estar atento pero la experiencia me dice que no lo suficiente. Siempre llego tarde, a destiempo. Este año estaba en el pleno convencimiento de que llegaría puntual a la cita. Pero tampoco ha sido así. A la gente no le gusta esperar y a los cerezos en flor tampoco.
Mañana soleada en un domingo de finales de abril. La inestable primavera ha decido darse una tregua. Hay ganas de salir al campo y ver otro paisaje que no sea el del blanco alicatado de la cocina, la campana extractora de humos, el horno, el microondas y la lavadora. Mientras me lavo los dientes me vienen imágenes de cerezos en flor. Será porque en algunas de mis últimas caminatas urbanas capté hermosas imágenes de hermosos árboles en flor y cuyos nombres desconozco. La Villa de Bolea y sus campos de cerezos están cerca. Puede ser un gran día para satisfacer una ilusión todavía insatisfecha.
Ya en Bolea me adentro hacia la sierra. Olivos, almendros y algún que otro cerezo sin flor salen al paso. Quizás un poco más adelante. Cerezos sin flor, almendros y olivos siguen dibujando el paisaje. He vuelto a llegar tarde. Acepto mi desilusión.
Regreso al coche y busco un lugar donde dar la vuelta. Unos metros más arriba parece que podré. La operación no ha sido excesivamente dificultosa. De repente, hacia mi derecha, cuando todo lo daba ya por perdido, sobre un cercado diviso unas hermosas flores. Estaciono el coche en la margen del camino y me dirijo hacia el cercado. Son cerezos en flor. Una docena o puede que alguno más. Me han esperado. Agradecido me dirijo hacia ellos para recrearme en su belleza. No es la imagen que tengo de la leyenda de la princesa nipona que días antes de morir quiso ver la nieve. Era mayo. Su esposo la llevó entonces a un inmenso campo de cerezos en blanca flor. Siempre me gustó esa leyenda donde lo imposible se hace factible.
A los cerezos en flor, como a la gente, no les gusta esperar. Este año, una docena de cerezos en flor, puede que alguno más, sabían que tenía ilusión por llegar para disfrutar de un espectáculo que tardará un año en volver a encandilar.
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