Tal y como dice un amigo, en materia de arte religioso te puedes encontrar con bellezas inigualables y curiosas sorpresas. Me acordé de él en mi reciente viaje a León, en mi obligada visita a su majestuosa Catedral donde entre admiración y asombro mi mirada se detuvo ante una Virgen de la Esperanza embarazada. Nunca había visto imagen parecida ni siquiera sabía de su existencia. Me pareció de extrema ternura y aunque muestra un esbozo de sonrisa en sus labios, sus ojos parecen delatar tristeza y preocupación. Quiero entender que su anónimo autor, y en esto no han cambiado las cosas después de más de dos mil años, quiso conjugar en su rostro esta dualidad; la alegría ante el futuro alumbramiento y la lógica preocupación que lleva implícita traer un hijo a este mundo, y máxime tratándose de quien era. No sé, me produjo mucha ternura.
He querido saber algo más de la talla. Leo que es de piedra, esculpida a finales del siglo XIII y policromada más tarde. Se trata de un claro ejemplo del naturalismo realista que se introdujo en el arte a partir de ese siglo, momento en el que la figura de la Virgen toma también una gran importancia entre los católicos.
Formaba en sus inicios un conjunto junto al Arcángel San Gabriel en el momento de la Anunciación del que hoy sólo se conserva esta imagen. Representa, en realidad, a la Virgen apocalíptica, con el Niño de Dios en su vientre, perseguido por el dragón. Pasó en muchas ocasiones a cerrar el árbol de Jesé. Originó, así mismo, el tipo de imágenes llamadas "abrideras", a modo de tríptico abierto que mostraba el fruto de sus entrañas. Es una imagen lograda con gran realismo, muy querida por todos los leoneses.
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