TRADICIÓN ORAL
Lo decía mi abuela Genoveva, lo repetía mi madre y lo suelo pronunciar yo con relativa frecuencia.
Esta mañana he cogido la primera fresa de la temporada que me ha dado mi humilde y doméstico fresal. Lo planté el año pasado. La cosecha fue entonces bastante exigua. Si la memoria no me falla, recolecté tres fresas. Muy sabrosas al decir de Gloria y Jara, pero tres. Este año, si todo va bien, creo que llegaré al par de docenas.
Cuando he cortado la fresa he pensado subir al blog este fruto con su nombre propio. Me gustan las fresas por su forma y sabor pero al dársela a Gloria de postre, he pronunciado la frase con la que titulo esta entrada: "En el nombre de Dios este Año". Las niñas no estaban entonces, de haber sido así se hubiesen desternillado de la risa. Siempre lo hacen cuando la pronuncio. Les hace gracia. Supongo que la misma que me hacía a mí cuando la escuchaba en boca de mi abuela o de mi madre. No hay vez que la articule que no evoque su cálido recuerdo.
"En el nombre de Dios este año" era un agradecimiento en toda la extensión de la palabra. Gratitud desde la fe hacia el Hacedor y a la vida desde la pervivencia. Agradecimiento por volver a recuperar un sabor que sólo el ciclo de la naturaleza y sus leyes, las fechas señaladas en el calendario o las posibilidades económicas permitían acceder a él. Una frase que reverencia la humildad y todas las pequeñas grandes cosas de la vida.
Ahora muchas cosas han cambiado y puede que hasta la citada frase haya perdido su sentido y valor. Todo parece estar al alcance de la mano en cualquier momento y situación. Soy de los que piensa que no todo vale y de los que todavía insiste en encontrar un sentido a las cosas y sus días. Por eso, esta frase tantas veces oída y por mí pronunciada, se escribe en este caleidoscopio vital como una máxima de gratitud y de reconocimiento.
Hoy, una pequeña fresa, la primera del año, me ha devuelto agradecidos recuerdos envueltos en dulces momentos de ternura y bondad.
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