El color es quien sugiere. El resto es sólo una excusa, un avanzar hacia el objetivo propuesto y hasta casi impuesto. El color es quien marca el camino a seguir en apenas unos centímetros de silencio y agua remansada. El regalo de la fuente, casi imperceptible, busca acomodo en el improvisado camino hacia el reflejo y la húmeda hojarasca.
Sólo importa el color. Todo lo demás es irrelevante. Hasta el cielo defiende su azul como los árboles su follaje en un otoño sin amantes. Si están, sólo serán ya en el recuerdo a hurtadillas de adivinadoras miradas hacendosas en recrear.
Es una propuesta de color en un instante que calma la ansiedad de un devenir, que apacigua la ira de un anteayer injusto, que libera la pesada carga de alguna evocación equivocada. Sólo color y luz, liberación y fantasía frente a una fuente, un banco y un reflejo en el agua de tres árboles en armonía. Es otoño en la Fuente de Marcelo.
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