lunes, 27 de julio de 2015

00074 Mojar los pies

RELAJO Y ALIVIO

Un río, un lago, el mar... no importa el escenario. Agua, luz y tiempo desmedido. El cuerpo erguido, como nunca se tiene. La mirada al frente para que los sentidos también se empapen del entorno. Sólo de vez en cuando, bajar la mirada para comprobar que siguen allí, que no han huido cansados ya de soportar tanto peso y tanto camino sin destino.

Todo es plácido y necesario. Quieren jugar pero sin salir del agua. Y jugamos al chapoteo, a hacer ondas, a contar dedos, a saltar olas.  Jugamos a que se quieren,  y se abrazan. A que están enfadados y es entonces cuando se separan. Pero se vuelven a abrazar. Están condenados a entenderse y si es posible, también a darse mimos sin medida.

Mientras se entretienen con sus juegos, los olvido. No los siento, hasta el punto de no parecer parte de mí. Divago, busco, observo y reflexiono. Todo vale, todo cabe en este estado de tranquilidad, reposo y descanso. E imagino ser piedra, velero, alga

y algo de color verde esmeralda.

Me da tiempo hasta para perderme entre tanto pensamiento, entre tanta calma, entre la rama, la hoja, la roca y la sal. Y de reencontrarme de nuevo y no reconocerme.

Al final, todo queda allí. El alivio, el suspiro, la paz y el sosiego. Todo queda flotando en el agua.

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