CONTEMPLACIÓN Y RECREO
Sólo así puedo definirlos, ya que Dios no me llamó a la práctica de la escalada. Me conformo con admirarlos una y otra vez, a los mallos, y a quienes suben por sus paredes verticales hasta alcanzar la ansiada cima.
A tan solo 45 kilómetros de Huesca se encuentra este hermoso espectáculo natural. Un breve paseo para oxigenar todo. Buscar un acomodo en Murillo de Gállego, en pleno campo, o como hago últimamente en los jardines del Hotel SPA Agua de los Mallos, y direccionar la vista hacia las moles de piedra. Recrearme con los matices con los que la luz del sol visten las rocas para embellecer su fisonomía. El tiempo pasa en quietud. Sólo las aves son capaces de poner en movimiento tan majestuoso paisaje. A los pies de los mallos, el pequeño Riglos. Más pequeño todavía en la distancia y empequeñecido aún más bajo las altas y férreas rocas que lo guardan y vigilan. En solidaridad, yo también me siento minúsculo. Y las horas pasan desde la contemplación y el recreo de los sentidos.
Cada mallo tiene un nombre propio, cuyo origen procede en algunos casos del nombre de algunas casas de la localidad de Riglos, Firé y Pisón, de su forma o color característico, el Puro, el Cuchillo, la Visera, del Agua, os Fils, Colorado, Magdalena, Agua Roja, Tornillo, Tornillito, o en homenaje a otras personas no relacionadas con el mundo de la escalada, de los Castellanos, Melchor Frechín, Roberto Martí "Chichín", José Enrique Herrera, Mariano Cored, Víctor Carilla...
Aunque algunos mallos como la Visera, el Melchor Frechín, el mallo del Agua, el Paredón de los Buitres o el Macizo d'os Fils se puede acceder caminando hasta su parte posterior, en el resto de mallos es obligado escalar sus espectaculares paredes verticales para lograr coronar cima.
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