Y QUE SEA POR MUCHOS AÑOS
Últimamente, tenemos muy pocas oportunidades para vernos. Nos hemos hecho mayores y nuestros encuentros cada vez se prolongan más en el tiempo.
Aunque la visita fuese corta, había que aprovecharla, y qué mejor manera, que hacerlo sentados a la mesa, aunque el tiempo apremiase. La experiencia me dice que plato, cubiertos, vaso y alguna vianda, por muy simple y sencilla que sea, son la mejor manera de retener a quien quieres.
Llegaron a casa con la tarde ya avanzada. Habían salido más tarde de lo previsto. Improvisamos una merienda/cena. Algo en lo que no invertir mucho tiempo y que a mis hermanos les gustara. Tiré del recuerdo. De esas cenas que mi madre preparaba cuando venían a casa mis hermanos. Era una apuesta segura y para ellos inhabitual, con nuestra tradicional torteta y morcilla. Nunca fallan y siempre son bien recibidas. Lo del huevo frito y el jamón pasado por la sartén es otro clásico y tampoco creo que coman muchos en sus respectivos hogares. También así lo pensaba mi madre que, cuando anunciaban su visita, tiempo le faltaba para coger el teléfono y llamar a la Tabla Nueva, recientemente cerrada, para lástima de su fiel clientela, y encargar unas tortetas y unas morcillas, "porque vienen mis hijos". Antes se contaba todo.
Mientras ponía la mesa para que estuviese todo preparado para cuando llegaran, pasaron por mi cabeza escenas de mi juventud, en casa de mi madre, en torno a estos dos alimentos nacidos de la matacía del cerdo, y cómo la historia se repite. Y que sea por muchos años.
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