RESURRECCIÓN Y REGENERACIÓN
Cuando veo un nenúfar, me vienen a la memoria recuerdos de
mi infancia en un estanque próximo a la icónica Casita de Blancanieves del
parque Miguel Servet de la capital oscense. No sé el motivo, pero sin gustarme
las plantas por aquel entonces, era un niño, como ahora, me quedaba enganchado
a su belleza y a sus grandes hojas que servían de acomodo a ranas y otros seres
vivos que moraban en el pequeño estanque. Me parecía, y me lo sigue pareciendo
ahora, además de una bella planta, también enigmática.
Han pasado muchos años desde entonces, más de medio siglo,
pero mi embobamiento cuando veo un nenúfar, sigue siendo el mismo. Es lo que me
sucedió en mi última visita a la Alhambra de Granada con los hermosos
ejemplares de nenúfares que allí crecen en los pequeños estanques. Después de
varias horas de visita, y cuando ya no cabía en mi cabeza ni un dato más, aparecieron
los nenúfares como una tabla de salvación. Los fotografié desde todos los
ángulos. Me acordé de cuando era niño y los hermosos recuerdos que esta planta
me traían. Por cierto, hace tiempo que no visito el pequeño estanque del parque
y si habrá todavía nenúfares. Me lo apunto. Y si es así, dejaré que el niño que
siempre me acompaña, se distraiga con el pequeño espectáculo. Puede ser divertido.
En la cultura egipcia, la flor nenúfar simbolizaba la
resurrección y la regeneración. Era vista como una especia de “renacimiento”
después de la muerte. En otras culturas, también simboliza la pureza, la
inocencia y la gracia.
En China y la India se le considera una planta sagrada y se
le atribuyen múltiples significados y simbolismos.
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