Repetid los vocablos varias veces seguidas; buenos días, buenos días, buenos días... Despacio, disfrutando de la bondad y de los días. Buenos días, buenos días, buenos días, buenos días, masticando las palabras, jugando con la voz, moviendo los labios y la boca a cámara lenta. Buenos días, buenos días, buenos días, buenos días, buenos días, es una amable letanía.
Ahora frente al espejo. Buenos días, buenos días, buenos días, buenos días, buenos días... Hace gracia la cara, y el semblante parece que rejuvenece. Hasta hago míos esos buenos días que acopio y que en un principio no son parar mí. Buenos días, buenos días, buenos días, buenos días, buenos días... La recámara de los sinceros deseos ya está cargada y preparada para un nuevo intercambio.
Un buenos días ya en el ascensor, otro en la calle para el vecino de algún lado, otro más a quien ni siquiera conozco pero con quien nos saludamos todos los días. Nada más entrar al trabajo, en la cafetería a medio día, buenos días, buenos días. Alguien que viene a visitarme e interrumpe un capazo, buenos días. Para aquel viejo profesor que me mira desconcertado y para aquellos que vi hace un rato, también buenos días. Buenos día al día, sea bueno o no lo sea y buenos días a la vida que los espera.
Siempre buenos días aunque no encuentren destino; alguien los acogerá en cualquier momento del día. No es educación ni cortesía, es una forma de entender y afrontar el cada día.
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