PLAZA SENTIDA
El primer día que pisé su empedrado y paseé bajo sus porches, me quedé prendado. Me pareció un lugar mágico, de ensueño y leyenda. Desde entonces, no he dejado de admirarla y de disfrutar en ella de instantes de júbilo, de reflexión, de silencio y palabra compartida bajo la desatenta mirada de una "Giganta Dormida". Desde aquel entonces se convirtió en mi pequeño paisaje de cuento.


Posiblemente no sea la plaza más bella del planeta, aunque para mis ojos así quieren que sea. Tampoco han viajado tanto. Y sí, cuando lo han hecho, han conocido hermosos escenarios urbanos que no entran en competencia sino que suman armonías y recuerdos.
Esta de Aínsa tiene un encanto especial en un solo mirar. De planta trapezoidal y grandes dimensiones -tiene
86,5 metros de longitud
por
38 metros
en su máxima anchura y
25,7
metros en la menor-, esta magnífica Plaza Mayor, en su origen, dejó su espacio para los días de mercado. Y en su alrededor, los porches, una armónica sucesión de arcos de medio punto y ojivales, todos diferentes entre ellos, que salvaguardan soportales que se antojan de bienvenida.


Plaza abierta al lado norte para comunicarla con el castillo; en
el lado sur, en lo que fue muro de la primitiva muralla, se levanta el edificio
del Ayuntamiento, con arco de medio punto en su portada, y el arco de acceso a
la calle Grande, una de las antiguas puertas de la muralla; en el lado sudeste emerge la
monumental torre de la colegiata de Santa María, románica, del siglo XII; y en el centro, el asombro, sobre el empedrado firme, pide una tregua, un descanso ante tanta popular maravilla.
En Aínsa, en el apacible Sobrarbe altoaragonés, entre ríos, piedras y un aire que huele a querencia, pasa sus días su Plaza Mayor a la espera de ser sentida.
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