lunes, 11 de julio de 2016

00322 Después de la Tormenta

ANCLADO AL SOFÁ


Se dice que siempre llega la calma. Así será. Para mis adentros llega el silencio, un desmesurado reposo de las cosas y la fuga provisional de un miedo infantil todavía no superado. Nada se mueve, apenas nada se oye. Sólo el olor a tierra húmeda y reposada hierba me devuelve a la vida por unos minutos ausente e interrumpida.

Lejos quedan aquellos años en los que llegado el momento,  previsible o imprevisto,  todo era un callado sudor. En los que la saliva a duras penas encontraba su natural discurrir para chocar una y otra vez con un nudo en la garganta nacido del pavor. Apagar el televisor. Todo cerrado y en penumbra. Ni un pestañeo en la espera sólo perturbado por algún sobre salto indomable cuando el atronador ruido acortaba las distancias. Ciento uno, ciento dos, ciento tres... Parece estar aún lejos. Y en la mente historias de muertes, de vidas truncadas por un rayo que entró por una ventana, por la chimenea, por la puerta de alguna casa. Sí, también debajo de la cama llegué a dar cobijo a mi heredado temor a las tormentas.

Los miedos están para superarlos. Privan de libertad, acotan el escenario vital y acortan horizontes. Impiden experimentar con nuevas sensaciones que luego buscarán acomodo en el  archivador de los recuerdos. Se hace necesario vencerlos. La teoría la conozco bien, es en la práctica donde suspendo. Ahora más que nunca se hace necesario aliviar el equipaje. Los temores pesan,  arrastran y rezagan. Deberán ser los primeros voluntarios en aligerar la carga. El tiempo apremia.

Esta tarde los olores tras la tormenta están más acentuados. Vienen acompañados de un ligero viento suave y agradable. En esta ocasión no ha habido ausencia interrumpida sino un punto y seguido en el devenir de una tarde tormentosa. Me he anclado al pequeño sofá de la terraza dispuesto a contemplar un espectáculo tantas veces rechazado por mis temores. El cielo de un intenso y limpio azul se ha tornado en  una tupida y vistosa mancha negruzca. A partir de aquí, ruido, mucho ruido que me ha traído recuerdos antes descritos. Reconozco que he querido abandonar en busca de cualquier pretexto. Pero no, todo en la vida tiene su momento, también para aliviar temores.

Después de la tormenta el sol ha vuelto a asomar. Se ha sorprendido al verme sereno, tranquilo y anclado al sofá. Me ha guiñado un ojo. Todo es empezar.





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