Será por su estética, por la idea de unión que representan, -uno a uno para hacer un todo- o por la sensación de fortaleza que me llegan a transmitir. Será por esto y por algo más que me atraen los racimos.
Será porque de los poetas aprendí que desde el cielo caen racimos de sonrisas y en ocasiones también de estrellas. Que por el río bajan racimos de burbujas temerosas de perderse en la orilla o de desaparecer ante el brusco golpe con la piedra irisada. Que de los ojos aparecieron racimos de lágrimas ante la felicidad no contenida o que el futuro viene cargado de esperanzados racimos de desnudas verdades.
A lo mejor será porque me parecen sensuales, apetitosos, únicos y distintos, ordenados. Sí, ordenados dentro de un natural desorden sin molestar ni ser molestados.
No lo sé. Me gustan los racimos aunque no tenga un por qué.
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