Hace días que quiero "meter mano" al armario de la cocina donde guardamos los paquetes de arroces, pastas, harinas, sopas y demás familia alimentaria. Resulta curioso comprobar la cantidad de restos que se pueden llegar a almacenar y a los que conviene dar una pronta más que tarde salida. En esta ocasión parece estar todo controlado salvo algún arroz, en alguna de sus múltiples variedades, unos enormes "tornillos" de pasta y unas láminas para lasaña cuyo paquete abrí hace ya unas fechas. Las niñas se han ido esta mañana a la piscina, seguro que vendrán a comer con hambre. Desde siempre he oído decir que la piscina abre el apetito. Decidido, haré una lasaña.
Ocho láminas de lasaña. Harina, mantequilla, cebolla y leche para la bechamel. También hay queso rayado para gratinar y tomate frito. Pero ¿y de qué la relleno? No hay carne picada en el congelador. La haría de hortalizas pero sé que no contará con el visto bueno de las comensales. Si voy a comprar, seguro que cogeré algún "capazo callejero" y no la tendré preparada a tiempo. Imaginación para qué te quiero. Todavía nos acompaña el jamón serrano ganado por Jara y en el frigorífico he visto una cuña grande de queso semi curado. Me arriesgaré. Prepararé una lasaña rellena de jamón serrano, cebolla y queso ¡y a ver qué sale!
Estoy ansioso por conocer el resultado por boca de Loreto y Jara. Ya llegan. De momento, desde la puerta de la entrada oigo un ¡qué bien huele!, seguido de otro expresivo ¡hummm, lasaña!, cuando la han visto en el plato.
Al sentarse a la mesa les he comentado lo sucedido. Jara, sin darme tiempo de acabar la pequeña historia doméstica, ya se relamía; Loreto, atenta a mi monólogo, ha sentenciado: "seguro que estará deliciosa, papá, el jamón y el queso siempre combinan bien". Tras catarla, me ha obsequiado con un gesto suyo muy típico de aprobación extrema, difícil de describir.
No me he podido resistir y he probado un pequeño bocado. La he encontrado, a pesar de su apariencia, muy suave y sabrosa, si bien, debería de haber añadido un poco más de sal a la bechamel. Intuí que el jamón pondría la suya. Cierto es que no soy muy objetivo con la sal.
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