jueves, 4 de septiembre de 2025

01715 El Gazpacho con Mango

INTERESANTE Y SENCILLA PROPUESTA


¡No me lo puede creer! Con lo que me gusta el gazpacho y todavía no lo había incluido en mi caleidoscopio vital. Me he querido asegurar echándole un vistazo a todas las entradas del blog y efectivamente, aún no lo había recogido. ¡No doy crédito! Precisamente, ayer elaboré un gazpacho con unos hermosos y maduros tomates pera recogidos en el huerto. Como diría mi madre, "no estoy en lo que celebro".

El caso es que el gazpacho que traigo a colación lo probé en una reciente celebración de cumpleaños familiar. No se trata del tradicional gazpacho andaluz, sino de una "reinterpretación" de esta popular sopa fría. La autora de esta delicia fue mi sobrina Isabel quien, a la hora de sacarlo a la mesa, buscó entre los comensales nuestra aprobación. Y ya lo creo que la obtuvo, y por unanimidad.

La gracia añadida a este gazpacho es el mango. El ligero dulzor del fruto le confiere a la sopa un agradable sabor, si bien la textura es algo más cremosa que el tradicional gazpacho andaluz. Me pareció una interesante propuesta, digna de ser recordada.

Ingredientes: 1 kilo de tomates maduros, 1 mango grande, 1/2 pepino, 1/2 pimiento verde italiano, 1 diente de ajo, vinagre de manzana, 2 cucharadas de aceite de oliva virgen extra, sal,  y unos pistachos tostados, así como un mango pequeño para finalizar el emplatado.

Elaboración: Pelar y trocear los tomates, el mango, el pepino, el pimiento y el ajo, e introducir todo en una batidora junto con el vinagre de manzana, el aceite y un pellizco de sal. Triturar hasta que no quede grumo alguno. Servir bien frío, y a la hora de emplatar y sacar a la mesa, añadir a cada tazón de gazpacho unos dados de mango junto con unos pistachos tostados y pelados.







miércoles, 3 de septiembre de 2025

01714 Escribir Para Recordar

 TERAPIA


A lo largo de este caleidoscopio vital, me he preguntado en innumerables ocasiones el motivo de mi empeño por continuar alimentando este blog. Cuando me entra la neura/duda de abandonar o de seguir con él, siempre vence, hasta la fecha, el hacia adelante. El agarre a tal cuestión no resulta ser siempre el mismo, aunque hay una constante que se repite llegado el momento; lo necesito, tengo necesidad de mantenerlo vivo y activo.

Hace unos cuántos días que vuelvo a arrastrar esta duda/neura. De hecho, el número de publicaciones ha descendido considerablemente en los dos últimos meses. Algo también tiene que ver, me imagino, el calor y el cansancio de mis días de huerto, cuya limpieza de su entorno parece no tener fin.

Animado sin ánimo, me he sentado frente al ordenador sin saber sobre qué escribir. No se me ocurría nada por más empeño que le he puesto. Así, que visto lo cual, me he ido a mi archivo fotográfico por si veía algo sugerente y que tuviera relación con las diez mil cosas que me gustan. Algunas imágenes de las que he visionado podían cumplir con los requisitos de este blog, pero finalmente las he ido descartando. Unas por pura pereza y otras, contagiadas por la desacostumbrada pereza. Cuando estaba a punto, un día más, de dejarlo estar, me he encontrado con la imagen que ilustra esta entrada. Data de hace catorce años y está tomada en unas vacaciones en Huelva; en concreto en El Rompido. La imagen recoge el premio diario con el que me agasajaba tras una buena y saludable caminata.

La instantánea, además de recordarme aquellos felices días de sol, playa y ocio en familia, me ha traído a la memoria una costumbre, que no era otra que la de agradecer y saludar a cada nuevo amanecer con un sencillo gesto. Aunque viniesen mal dadas, no importaba, siempre había un motivo para expresar mi gratitud a cada amanecer, a cada día de vida. Pero llegó una nefasta jornada en la que mi desencuentro con ella, con la vida, fue rotundo. A partir de ese instante, se fueron sucediendo una serie de acontecimientos que debilitaron mi existencia y mi forma de ver las cosas. Fue un tiempo convulso y desnortado. Desatendí mi vida, descuidé mis días y todo aquello en cuanto creía. Hasta clausuré saludar a los amaneceres. Es cierto que el tiempo todo lo cura. Y pasó el tiempo. Y si no curó todos mis pesares, al menos sí que consiguió cicatrizar muchas de las heridas que quedaron abiertas durante aquellos años. 

Volví a encauzar mi vida, aunque bajo mínimos. Recuperé algunos gustos y costumbres, entre estas, la de saludar a cada nuevo amanecer. Poco a poco torné a sentirme vivo. Mucha culpa de ello la tiene, precisamente, este caleidoscopio vital de buenas sensaciones y mi necesitado huerto.

Remiro de nuevo la imagen, y además de traerme al presente aquellos buenos y hermosos momentos, me dice que tengo que seguir escribiendo, aunque solo sea para obligarme a recordar los buenos y sentidos momentos que han acompañado a mi vida. 

jueves, 28 de agosto de 2025

01713 Paisajes Escritos y 16

 PEÑA OROEL


Inquietante Peña Oroel. Ella preside la gran terraza fluvioglaciar en la que se asienta la seductora ciudad de Jaca. El maravilloso mundo de la creación. La vida.

Óleo sobre lienzo de Fernando Herce.
Texto de Antonio Herce
Exposición: Paisajes Escritos. Huesca, junio de 2015




domingo, 24 de agosto de 2025

01712 El Pepino con Yogur

 POR VARIAR


En los años que llevo de aprendiz a hortelano, y son ya algunos, no recuerdo un verano tan generoso de pepinos. En mayo puse tres plantas, como todos los años, y ni sé la cantidad de frutos que he llegado a recoger. Todos los más allegados a mí han comido pepinos, e incluso los he transportado a otros puntos de la geografía española.

El caso es que no ha habido cena este estío que no me haya acompañado uno o medio pepino, en función de su tamaño. Me encanta esta hortaliza y no me complico un ápice en su preparación para consumirla. Pelar, cortar en finas ruedas, y aderezar con aceite, vinagre y sal. Es más que suficiente.

No obstante, por variar y "descubrir" otros horizontes, de vez en cuando, cambio el argumento. En esta ocasión, se trata de una sopa/crema de pepino con yogur; un tuneo de una receta aprendida de mi hermano Antonio, también forofo del pepino como yo, sencilla y sabrosa. Además, al tratarse de un resultado líquido, mis maxilares descansan y lo agradecen. Como quiera que solo la consumo yo, y que hice algo más de un litro, la sobrante la introduje en el frigorífico y he tenido para varios días. Bien, bien fresquita, algo ha aliviado los bochornos de estas noches estivales.

Ingredientes: 2 pepinos, 1 yogur, 1 diente de ajo, el zumo de medio limón y aceite de oliva virgen, sal y pimienta blanca molida al gusto.

Elaboración: Pelar y cortar el pepino en trozos medianos, pelar el diente de ajo e introducir en un procesador de alimentos o vaso de batidora. Añadir el yogur junto con el aceite, la sal, la pimienta molida y el zumo de medio limón. Triturar hasta conseguir una crema homogénea. Servir bien fría. A la hora de servir, si se desea, se pueden añadir unas gotas de aceite de oliva y algo más de pimienta molida.


miércoles, 20 de agosto de 2025

01711 Una de las Tapas de Chus

 SUMA SENCILLEZ


La sencillez de las cosas nos deparan en muchas ocasiones gratos e incluso inolvidables descubrimientos. Este caso al que voy a referirme, tiene que ver con un bocado de aperitivo, pero se puede trasladar esta apreciación a otros muchos aspectos de la vida. Suma sencillez.

El asunto es que recientemente llamé a mi amiga Chus para cerciorarme de que se encontraba en casa y así poder llevarle productos de mi generosa huerta. Habitualmente, siempre se trata de un sube y baja a su casa. Saludar, entrar las bolsas con el contenido hortícola hasta la cocina y despedida. Mi vida no da para más. Contra todo pronóstico, ese día que nos ocupa. el sol, con sus cerca de 40 grados a la una de la tarde, me echó del huerto. Me puse de nuevo en contacto con Chus para decirle que llegaría a su casa antes de lo previsto. Cuando subí, me aguardaba un delicioso aperitivo y una fría cerveza. Algunas de las delicias ofrecidas ya las conocía, pero una de ellas reclamó poderosamente mi atención. En uno de los platos, sobre unos crackers aparecían depositadas unas anchoas, acompañadas, a simple vista, por unas medias nueces de mantequilla. Mi amiga me invitó a probarlas. Creo que mi atención sobre el sencillo bocado me delató. Chus me explicó que se trataba de una tapa que había probado no hacía muchos días en un bar zaragozano y que le gustó. Efectivamente, la tapa en cuestión no guardaba secreto alguno; crackers, una buena anchoa y media nuez de mantequilla sin sal. Tras probar la primera, asentí con la cabeza. Curiosa y atractiva combinación de textura y sabores. Una propuesta a tener muy en cuenta para improvisar un aperitivo y acompañarla con una cerveza o lo que se tercie. Nunca se me hubiese ocurrido. Pero quien la ideara, acertó. Ya lo creo que acertó.

Cuando bajaba en el ascensor para volver a casa pensé, -últimamente pienso poco y mejor así-, la sencillez me ha vuelto a dar una nueva lección imprevista y gratificante.








viernes, 15 de agosto de 2025

01710 Las Chiretas

 FELIZ REENCUENTRO


Tocaba almuerzo. Comencé a leer las propuestas gastronómicas, cuando de repente, apareció ante mis ojos la palabra “chiretas”. Casi se me saltan las lágrimas de la emoción. Ya no me interesó nada más de lo ofertado. Mis compañeros de mesa se sorprendieron tanto por la elección como por mi manifiesta cara de felicidad. Tuve que explicarles que igual hacía más de veinte años que no las probaba y que hubo un tiempo, cuando vivía en Monzón y Gloria se desplazaba a la Ribagorza o al Sobrarbe por motivos de trabajo, siempre regresaba a casa con unas deliciosas chiretas. Nos encantaban cortadas a rodajas y fritas, previamente pasadas por harina y huevo. También les comenté que, en el aperitivo de nuestra boda, realizada en los claustros de la Catedral de Roda de Isábena, fueron protagonistas, junto a la torteta, morcilla, longaniza de Graus, chorizo, y otras viandas, en el inicio del festín, de un 2 de enero.

A modo de anécdota, recordé que la primera vez que comí chiretas fue en Monzón. No me gustaron absolutamente nada. Todo un fiasco. Un amigo me había regalado dos ejemplares y me dijo que, a él, como más le gustaban era al horno. Y así que las hice. No había por dónde hincarles el diente. Y eso que soy de los que no le hace ascos a nada en materia alimenticia. A la basura que fueron. Días más tarde, quedó demostrado que el problema es que no las había cocinado bien.

El caso es que, al cabo de unos días, en un bar de la mencionada localidad mediocinqueña, las ofrecían rebozadas, a modo de aperitivo, y a por ellas que fui. Me encantaron. Nada que ver con el resultado de mi torpeza. Desde aquel entonces, hasta que regresé a Huesca, mi afición por las chiretas fue creciendo sin límites. De aquí, que después de más de veinte años sin probarlas, me pareciera un lujo volver a tenerlas delante de mí sobre un plato.

Cuando las pedí, pregunté solo por curiosidad, cómo las cocinaban, y me dijeron que, en finas rodajas, a la plancha, con una picada de ajo y perejil, y con un huevo frito, opcional. Ya puestos, respondí, al completo. Nunca las había tomado de esta guisa y me parecieron exquisitas. Me hubiese tomado otro plato, pero me pareció excesivo. Para el feliz reencuentro ya estaba bien así. Además, cuando tenga antojo, ya sé dónde encontrarlas.

Para quienes no conozcan este embutido, decir que las chiretas son tripas de cordero, vueltas, cortadas y cosidas con hilo blanco en forma de saco o bolsa, y posteriormente rellenas de arroz condimentado con ajo, perejil, especias al gusto y las partes del cordero que se incluyen, en su origen, pulmón y corazón, cortadas en trocitos muy pequeños. Una vez elaborado el saco, se hierven unos tres cuartos de hora.

La palabra “chireta” proviene del verbo aragonés chirar, cuyo significado es “dar la vuelta”.

 




miércoles, 13 de agosto de 2025

01709 Mirada Agradecida

 DANZANTES DE HUESCA


Podrán pasar los años, pero el sentimiento y la mirada seguirán siempre agradecidos, aunque ya no seamos los mismos.