domingo, 24 de agosto de 2025

01712 El Pepino con Yogur

 POR VARIAR


En los años que llevo de aprendiz a hortelano, y son ya algunos, no recuerdo un verano tan generoso de pepinos. En mayo puse tres plantas, como todos los años, y ni sé la cantidad de frutos que he llegado a recoger. Todos los más allegados a mí han comido pepinos, e incluso los he transportado a otros puntos de la geografía española.

El caso es que no ha habido cena este estío que no me haya acompañado uno o medio pepino, en función de su tamaño. Me encanta esta hortaliza y no me complico un ápice en su preparación para consumirla. Pelar, cortar en finas ruedas, y aderezar con aceite, vinagre y sal. Es más que suficiente.

No obstante, por variar y "descubrir" otros horizontes, de vez en cuando, cambio el argumento. En esta ocasión, se trata de una sopa/crema de pepino con yogur; un tuneo de una receta aprendida de mi hermano Antonio, también forofo del pepino como yo, sencilla y sabrosa. Además, al tratarse de un resultado líquido, mis maxilares descansan y lo agradecen. Como quiera que solo la consumo yo, y que hice algo más de un litro, la sobrante la introduje en el frigorífico y he tenido para varios días. Bien, bien fresquita, algo ha aliviado los bochornos de estas noches estivales.

Ingredientes: 2 pepinos, 1 yogur, 1 diente de ajo, el zumo de medio limón y aceite de oliva virgen, sal y pimienta blanca molida al gusto.

Elaboración: Pelar y cortar el pepino en trozos medianos, pelar el diente de ajo e introducir en un procesador de alimentos o vaso de batidora. Añadir el yogur junto con el aceite, la sal, la pimienta molida y el zumo de medio limón. Triturar hasta conseguir una crema homogénea. Servir bien fría. A la hora de servir, si se desea, se pueden añadir unas gotas de aceite de oliva y algo más de pimienta molida.


miércoles, 20 de agosto de 2025

01711 Una de las Tapas de Chus

 SUMA SENCILLEZ


La sencillez de las cosas nos deparan en muchas ocasiones gratos e incluso inolvidables descubrimientos. Este caso al que voy a referirme, tiene que ver con un bocado de aperitivo, pero se puede trasladar esta apreciación a otros muchos aspectos de la vida. Suma sencillez.

El asunto es que recientemente llamé a mi amiga Chus para cerciorarme de que se encontraba en casa y así poder llevarle productos de mi generosa huerta. Habitualmente, siempre se trata de un sube y baja a su casa. Saludar, entrar las bolsas con el contenido hortícola hasta la cocina y despedida. Mi vida no da para más. Contra todo pronóstico, ese día que nos ocupa. el sol, con sus cerca de 40 grados a la una de la tarde, me echó del huerto. Me puse de nuevo en contacto con Chus para decirle que llegaría a su casa antes de lo previsto. Cuando subí, me aguardaba un delicioso aperitivo y una fría cerveza. Algunas de las delicias ofrecidas ya las conocía, pero una de ellas reclamó poderosamente mi atención. En uno de los platos, sobre unos crackers aparecían depositadas unas anchoas, acompañadas, a simple vista, por unas medias nueces de mantequilla. Mi amiga me invitó a probarlas. Creo que mi atención sobre el sencillo bocado me delató. Chus me explicó que se trataba de una tapa que había probado no hacía muchos días en un bar zaragozano y que le gustó. Efectivamente, la tapa en cuestión no guardaba secreto alguno; crackers, una buena anchoa y media nuez de mantequilla sin sal. Tras probar la primera, asentí con la cabeza. Curiosa y atractiva combinación de textura y sabores. Una propuesta a tener muy en cuenta para improvisar un aperitivo y acompañarla con una cerveza o lo que se tercie. Nunca se me hubiese ocurrido. Pero quien la ideara, acertó. Ya lo creo que acertó.

Cuando bajaba en el ascensor para volver a casa pensé, -últimamente pienso poco y mejor así-, la sencillez me ha vuelto a dar una nueva lección imprevista y gratificante.








viernes, 15 de agosto de 2025

01710 Las Chiretas

 FELIZ REENCUENTRO


Tocaba almuerzo. Comencé a leer las propuestas gastronómicas, cuando de repente, apareció ante mis ojos la palabra “chiretas”. Casi se me saltan las lágrimas de la emoción. Ya no me interesó nada más de lo ofertado. Mis compañeros de mesa se sorprendieron tanto por la elección como por mi manifiesta cara de felicidad. Tuve que explicarles que igual hacía más de veinte años que no las probaba y que hubo un tiempo, cuando vivía en Monzón y Gloria se desplazaba a la Ribagorza o al Sobrarbe por motivos de trabajo, siempre regresaba a casa con unas deliciosas chiretas. Nos encantaban cortadas a rodajas y fritas, previamente pasadas por harina y huevo. También les comenté que, en el aperitivo de nuestra boda, realizada en los claustros de la Catedral de Roda de Isábena, fueron protagonistas, junto a la torteta, morcilla, longaniza de Graus, chorizo, y otras viandas, en el inicio del festín, de un 2 de enero.

A modo de anécdota, recordé que la primera vez que comí chiretas fue en Monzón. No me gustaron absolutamente nada. Todo un fiasco. Un amigo me había regalado dos ejemplares y me dijo que, a él, como más le gustaban era al horno. Y así que las hice. No había por dónde hincarles el diente. Y eso que soy de los que no le hace ascos a nada en materia alimenticia. A la basura que fueron. Días más tarde, quedó demostrado que el problema es que no las había cocinado bien.

El caso es que, al cabo de unos días, en un bar de la mencionada localidad mediocinqueña, las ofrecían rebozadas, a modo de aperitivo, y a por ellas que fui. Me encantaron. Nada que ver con el resultado de mi torpeza. Desde aquel entonces, hasta que regresé a Huesca, mi afición por las chiretas fue creciendo sin límites. De aquí, que después de más de veinte años sin probarlas, me pareciera un lujo volver a tenerlas delante de mí sobre un plato.

Cuando las pedí, pregunté solo por curiosidad, cómo las cocinaban, y me dijeron que, en finas rodajas, a la plancha, con una picada de ajo y perejil, y con un huevo frito, opcional. Ya puestos, respondí, al completo. Nunca las había tomado de esta guisa y me parecieron exquisitas. Me hubiese tomado otro plato, pero me pareció excesivo. Para el feliz reencuentro ya estaba bien así. Además, cuando tenga antojo, ya sé dónde encontrarlas.

Para quienes no conozcan este embutido, decir que las chiretas son tripas de cordero, vueltas, cortadas y cosidas con hilo blanco en forma de saco o bolsa, y posteriormente rellenas de arroz condimentado con ajo, perejil, especias al gusto y las partes del cordero que se incluyen, en su origen, pulmón y corazón, cortadas en trocitos muy pequeños. Una vez elaborado el saco, se hierven unos tres cuartos de hora.

La palabra “chireta” proviene del verbo aragonés chirar, cuyo significado es “dar la vuelta”.

 




miércoles, 13 de agosto de 2025

01709 Mirada Agradecida

 DANZANTES DE HUESCA


Podrán pasar los años, pero el sentimiento y la mirada seguirán siempre agradecidos, aunque ya no seamos los mismos. 

lunes, 11 de agosto de 2025

01708 Paisajes Escritos 15

 HONESTOS SILENCIOS


Valles enigmáticos del Pirineo en los que habitan honestos silencios y abruptas montañas lejos del éxodo a las ciudades.

Óleo sobre lienzo de Fernando Herce.
Texto de Antonio Herce
Exposición: Paisajes Escritos. Huesca, junio de 2015


domingo, 10 de agosto de 2025

01707 En Familia

 POLLO AL CHILINDRÓN


El chilindrón, en el caso que nos ocupa, el pollo al chilindrón, sabe mucho más que a ave y huerta. Tiene el sabor del recuerdo y de la tradición. Un sabor a fiesta compartida entre nostalgias y emociones. Sabe a invitado y a familia. Lo he vuelto a ratificar, como cada año, en el 10 de agosto, mientras probaba el primer  bocado de este guiso y miraba, emocionado, la concurrida y animada mesa en torno a la que estábamos sentados en familia.


01706 Al Final de la Jornada

 10 DE AGOSTO, SAN LORENZO EN HUESCA


Santo y Patrón, no me busques en el olvido ni en la duda. Encuéntrame al final de una oración esperanzada al final de tu gran día.