¡DELICIOSAS!
Que me gustan las navajas, sí. Que me gusta la tempura, también. Y que si confraternizamos navajas y tempura conseguimos un bocado para no olvidar, solo hay que hacer la prueba.
Hasta hace unos meses siempre había tomado las navajas a la plancha y con unas gotas de limón. Tampoco me había molestado en buscar o probar otras alternativas. Son de esos alimentos que no "concibes" que se puedan saborear de otra manera más que de la aprendida aquella primera vez y que incluso fueron pescadas con mis propias manos. Fue en Vizcaya hace muchos años. No recuerdo el lugar exacto. El tiempo pasa factura. Era un lugar hermoso donde me llevaron a pescar unos amigos de mi hermano Antonio, provisto de un cubo y un paquete de un kilo de sal gorda. Tenía que buscar pequeños agujeros en la arena y depositar sobre ellos pellizcos de sal. Si el agujero "escupía" la sal, es que había molusco a la vista. Dedos índice y pulgar a uno y otro lado del agujero y a esperar a que asomara la navaja para atraparla con suavidad entre los dedos. El molusco entonces, iniciaba la retirada. No había que tirar de forma brusca para sacarlo a la superficie. Se podía romper. Solo había que esperar a que se diera por vencido. Unos segundos nada más. Todavía lo recuerdo como algo asombroso. Se nos dio bien la pesca a la que dimos buena cuenta por la noche en casa. A la plancha y con unas gotas de limón.
No hace mucho, la curiosidad de Gloria topó con unas navajas en tempura. Para mí algo impensable. En la primera oportunidad que tuvimos las pusimos en práctica. ¡Qué exquisitez! Nos encantaron a todos. No entraré en comparaciones, pero desde que las probé, he abandonado el modo tradicional de elaborarlas. Su preparación es muy sencilla. Ponemos las navajas en sal para que eliminar la posible arena que puedan llevar y desprendemos el molusco de la valva. A continuación, las freímos ligeramente en un poco de aceite bien caliente, justo para que tomen color y reservamos. Preparamos una tempura tal y como tengamos por costumbre. La que yo preparó la aprendí de mi amigo Antonio Arazo; harina en un bol y vamos añadiendo agua muy fría con un pellizco de sal, aquí está el secreto, en el agua bien fría, hasta conseguir una papilla. Si se quiere se puede sustituir el agua por cerveza. Empapamos las navajas una a una en la tempura y las freímos en abundante aceite, evitando que se toquen unas con otras.
Servir calientes y crujientes. ¡Sorprendentes y deliciosas!
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