sábado, 25 de marzo de 2017

00458 Los Tentempiés

PARA SALIR DEL PASO


Siempre me ha hecho gracia este vocablo, incluso en aquellos años en los que apenas alcanzaba a entender su significado. Ten-tem-pié, tente en pie, tentem-pie. Tiene su salero o tenía su salero. Escasamente oigo pronunciar esta palabra en la actualidad. Ahora se estila más, refrigerio, aperitivo, piscolabis, canapé... Parecen estas últimas voces más refinadas, más modernas, más solventes. Pero yo me sigo quedando con mi tentempié, con ese que aún hoy me hace gracia.

Al fin y a la postre, todo es lo mismo y cumple la misma función. Un tentempié no es otra cosa que un bocado entre comidas que ayuda a tenerte en pie, a mantenerte en pie. Un auxilio en forma de energía para continuar la actividad o mitigar el gusanillo que se pueda presentar de forma imprevista. Un apenas nada para salir del paso. Nada sofisticado, sin pretensiones.

Tarde de sábado primaveral disfrazada de invierno. Ha nevado pero sin llegar a cuajar. Son las siete y veintiocho de la tarde. No apetece salir a la calle ni tan siquiera para estirar las piernas. Las horas pasan lentas entre el mirar por la ventana, la lectura y navegar por la red. Algo falta para acabar de matar la tarde. Merendar no, hoy cenaremos pronto. Me acuerdo del tentempié. Pregunto si alguien quiere. Ya somos dos. Algo habrá por la nevera. Cuatro mejillones y una lámina de salmón. También hay pan y queso cremoso. No se hable más. Zas y zas. Ya está. Y el salmón de pie, como un señor, para hacer honor a mi gracioso tentempié.


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